El 20 de agosto de este año se convirtió en un día histórico para los habitantes de esta vereda. Ese día, por primera vez, salió agua potable de sus canillas. Esta es la historia de una lucha que duró varias décadas para poder tener acceso a este líquido vital.
POR: JULIANA VÁSQUEZ POSADA
Jueves 20 de agosto, nueve de la mañana. Hasta el nuevo tanque construido en lo más alto de la montaña llegó la líder comunitaria Silvia Yepes en compañía del alcalde José Fernando Escobar, giraron la llave para darle paso por primera vez al agua potable a toda la vereda La María y chocaron las manos.
Ese pequeño acto ponía fin, en pleno Siglo XXI, a más de cuatro décadas de historia y de dos de lucha de al menos 400 familias por el agua potable. Desde ahora brotaría agua potable por las canillas.
Pero en la vereda La María no siempre escaseó el agua, aunque nunca fue potable, hubo un tiempo en el que abundaba y sobraba. Así lo recuerda Silvia Yepes Cardona, quien llegó a vivir al sector hace 42 años, luego de comprar un lote por un millón de pesos y construir una casa cuyo material tuvo que ser llevado en burro por un precario camino de herradura que era la única vía de acceso.
“En esa época había muy pocas fincas y nos dábamos el lujo de caminar sobre el agua, era tanta que a veces en la noche se nos reventaban las tuberías por la presión”, recuerda la líder.
Pero tal y como ocurrió en todas las zonas rurales de la ciudad, nuevos pobladores fueron asentándose sin ninguna planeación y 20 años más tarde ya eran cerca de 400 familias las que habitaban allí.
ADIÓS AL AGUA
Con la demanda de agua de tantas familias, el improvisado acueducto veredal comenzó a quedarse corto desde hace unos 20 años. El agua que llegaba por las tuberías solo servía para vaciar el sanitario o lavar las suelas de los zapatos, porque llegaba tan sucia que no daba ni para bañarse ni mucho menos para cocinar.
“Cada vez llegaba más sucia y más poquita, pero como no fue de un día para otro, todos nos fuimos adaptando poquito a poco hasta que ya nos tocó la sequía del 2015 que fue cuando comenzó el caos y el agua del tanque alcanzaba apenas para una caneca pequeña por familia cada tres días”, así se refiere Silvia al momento más crítico en la historia de su comunidad.
Ese año las sequías se hicieron más intensas y no solo se les agotó la poca agua que ya les llegaba a sus casas, sino que no encontraron apoyo en la administración municipal.
“Era como si la vereda no existiera. La disculpa siempre era que esto era zona de alto riesgo y que no se podía realizar ninguna inversión, aquí los políticos solo venían en campaña a prometernos el acueducto y hacer un sancocho y después no los volvíamos a ver”, agrega la líder.
Al no encontrar respuesta, Silvia y otras 421 familias decidieron emprender una batalla jurídica para reclamar su derecho al agua, pero nadie en la comunidad tenía conocimientos sobre cómo podían hacerlo. “Sabíamos que queríamos demandar al Municipio, pero no conocíamos a nadie que nos pudiera ayudar, fue entonces cuando le conté a un policía del cuadrante que no teníamos agua, él me dijo que llamara a unos teléfonos donde me podían ayudar y resultaron ser números de medios de comunicación. A los dos días la vereda estaba llena de periodistas que querían contar nuestra historia y mostrar la clase de agua sucia y contaminada que estábamos sacando del tanque”.
LA TUTELA QUE LE DIO VIDA AL ACUEDUCTO
La visibilidad de su historia en diferentes noticieros fue el impulso que la comunidad necesitaba para encontrar apoyo en su lucha por un acueducto. En poco tiempo Silvia se vio rodeada de concejales, líderes políticos y docentes de la institución universitaria Unisabaneta, que la asesoraron para interponer una acción de tutela en septiembre de ese mismo año, en representación de toda la comunidad, reclamando el derecho de acceso a un servicio tan vital como el agua, sin el que es posible tener calidad de vida.
Dos meses después, el 4 de noviembre de 2015, el Juzgado Noveno Penal del Circuito de Medellín dio respuesta a la tutela. En esa primera instancia les dieron tres días a las instituciones involucradas para impugnar. “La Alcaldía de Itagüí dijo que el responsable era Corantioquia y EPM dijo que era la Alcaldía, todos se chutaron la pelota”, relata Silvia.
Luego, el 8 de febrero de 2016 el juzgado le dio la razón a la comunidad y les exigió a las tres entidades hacer presencia en este territorio y encontrar soluciones para garantizar el acceso a agua potable. Así llegó el primer alivio: la administración municipal instaló tanques provisionales de almacenamiento de agua potable y comenzó a comprarle el agua a EPM para que alimentara estos tanques día de por medio.
Juez ordenó detención para Alcalde de Itagüí, Gerente de EPM y Director de Corantioquia
DE CANECAS A LA CANILLA
Aunque se convirtió en una solución, las familias tenían que esperar a que el carro de EPM llevara el agua, bajar hasta el tanque principal, hacer la larga fila para abastecer los baldes y subirlos por la empinada loma que hasta hace unos pocos meses era un camino de trocha. “Nos tocaba sacar de los nacimientos o bajar hasta el tanque y subir con los timbos en la mano por esta loma”, recuerda Jorge Albeiro Vélez.
La situación se hacía más compleja para las mujeres o para los habitantes de la parte más alta. En algunos hogares instalaron sus propios tanques para recoger las aguas lluvia y a través de filtros o bajo el fuego, purificarla para el consumo diario.
Para cumplir el sueño de tener su propio acueducto y alcantarillado, La María tuvo que esperar mucho más. El caso trascendió fronteras y terminó en el Instituto Interamericano de Derechos Humanos, cuya oficina regional para Suramérica está en Montevideo, Uruguay. Allí se ratificó lo que ya todos, incluyendo las autoridades locales, sabían. A pesar de ser una zona de alto riesgo, las más de 400 familias de esta vereda necesitaban y merecían un acueducto y las obras tenían que empezar antes del 2018.
“Fue un proceso muy complejo porque la zona había sido declarada como de alto riesgo y eso impedía cualquier inversión de la Administración. La tutela fue la puerta de entrada y hoy estamos cumpliendo este sueño”, explicó el alcalde José Fernando Escobar. El mandatario incluso recordó que la presencia de bandas delincuenciales en aquel entonces, cuando era secretario de Infraestructura, impedía cualquier tipo de intervención.
A La María se accede pasando por el sector de Ditaires y luego por el barrio Villa Lía, la vía es estrecha y empinada, pero con la llegada del nuevo acueducto también llegaron 1.6 km de andenes que mejoraron las condiciones de movilidad para los peatones, y otras obras complementarias como una placa polideportiva y 38 sumideros para canalización de aguas lluvias sobre la vía principal.
“En el proceso de estudiar la zona para encontrar un nacimiento que se pudiera tratar para abastecer al nuevo acueducto, nos dimos cuenta de que no teníamos ni uno solo cercano y que el agua que siempre había llegado a nuestras casas provenía de sumideros de aguas negras, no entendemos cómo vivimos así más de 40 años”, dice la líder un poco aliviada por saber que en pocos minutos correrá agua potable por todas las canillas de sus vecinos.
Pese a que el juzgado ordenaba también a Corantioaquia y a EPM a hacerse cargo de esta intervención, el alcalde aseguró que fue la Administración Municipal la que inició el proyecto hace cuatro años e invirtió los 10 mil millones de pesos que requería la obra.
El nuevo acueducto tiene 4.100 metros lineales de redes de acueducto y mil metros lineales de redes de alcantarillado, así como un tanque de almacenamiento de agua potable de 390 metros cúbicos, con los que se garantizarán estos servicios vitales a más 400 familias que habitan en este sector rural de Itagüí.
“¡Estamos felices! Esto es un cambio del cielo a la tierra, fue una lucha de muchos años para lograr tener agua potable en nuestras casas y solo el que no la ha tenido sabe lo que es poder abrir una llave y que el agua salga limpia y lista para tomar inmediatamente”, finalizó Silvia, quien por fin luego de tantos años de lucha, se sirvió un vaso de agua con tan solo abrir la canilla de su cocina.