Después de 50 días de aislamiento, me propuse evaluar cómo he llevado este proceso en el que intento mantenerme cuerda, pero a veces me invade el tedio, luego recobro la esperanza y vuelvo a la calma, pero de pronto también aparece el miedo. Por eso resumí lo que muchos experimentamos en seis emojis:
Por: Juliana Vásquez Posada | Mayo 4 de 2020
Aislarnos por cuenta de un virus pasó de ser el argumento de una película futurista, de esas que vemos en cine mientras nos comemos una cantidad abismal de crispetas, a ser la realidad de todos, o de casi todos nosotros. Lidiar con los cambios que nos exige el hecho quedarnos en casa no es nada fácil y menos si esa tarea le sumamos el vaivén de emociones y la incertidumbre sobre cómo evolucionará esta pandemia que, además de cogernos con los pantalones abajo, no sabemos para dónde va ni cuánto tardará.
Mi cuarentena ha sido todo un carrusel de emociones, un viaje que no va en línea recta y que no es nada diferente a lo que puede experimentar cualquier ser humano que es obligado, de repente, a darle un vuelco a su vida.
Y para descifrar estas emociones, consulté a la psicóloga Alexandra Ramírez, quien me ayudó a entenderlas como un proceso similar al duelo, pues “acercar la pandemia a una situación de pérdida, nos ayuda a verla en la perspectiva de un proceso de duelo y plantearlo en términos de fases en las que se experimenta insensibilidad, negación, anhelo, desespero, adaptación y organización, aunque no necesariamente se vivan como secuencia rígida u homogénea sino más bien como una serie de tareas que se resuelven progresivamente”.
Por eso resumí lo que muchos experimentamos en seis emojis:
? Ese virus no es nada
Eso fue lo que pensé cuando mi hermano menor, luego de ver la primera noticia de un extraño virus que comenzaba a causar muertes en China, me advirtió: “¡Qué miedo!, eso en un abrir y cerrar de ojos se va a regar por todo el mundo y va a llegar hasta Colombia”. Jamás se me pasó por la cabeza que mi oficio de periodista giraría durante varios meses en torno a un virus que nos cambiaría tan abrupta y radicalmente nuestro estilo de vida.
? Esto no es tan grave
Así asumí la situación cuando las empresas empezaron a implementar voluntariamente el teletrabajo. Yo continuaba trabajando desde casa, seguía ilusionada planeando las fiestas de cumpleaños de mis amigos y contando los días para cumplir mi sueño de caminar por las calles de Turquía y Grecia por primera vez. Luego vino la primera alerta real: el primer ejercicio de cuarentena, que coincidió con un puente festivo, ahí sentí que empezaba a perder libertades y supe que tendría que aplazar varios sueños, pero acepté sin reparo que era el distanciamiento social era necesario, además, solo sería por un par de semanas…
☺ Un aislamiento pasajero no puede ser tan difícil
Desde hace varios años tengo la fortuna de trabajar un 70% del tiempo desde mi casa, así que teletrabajar a tiempo completo no fue difícil. No solo estaba ahorrando tiempo y dinero en desplazamientos, sino que no tuve que padecer el periodo de adaptación de muchos otros empleados que no estaban acostumbrados al trabajo autónomo, a asistir a reuniones en virtuales y a trabajar sin horario de oficina. Esta fue y sigue siendo la fase más positiva, quisiera quedarme siempre en ella. En este momento decidí volver a meditar después de muchos años, saqué tiempo para cocinar nuevas recetas, volví a leer a mis escritores favoritos, me propuse hacer ejercicio en casa durante 30 días seguidos ¡y lo logré!
?? ¡Esto sí es grave!
Conforme pasaron los días y comenzaron a aparecer medidas como el pico y cédula, la restricción de horarios o el cierre de fronteras, empecé a perder la esperanza. Las historias sobre el desempleo y el hambre me conmueven. He llorado un par de veces, todavía no puedo creer que salgo a mercar y tengo que presentar mi cédula para ingresar al supermercado, que tengo que hacer filas como si esto fuera una escena de desabastecimiento de gasolina en un país vecino, que tengo que usar un tapabocas que me hace sudar, que no puedo visitar a una amiga cuya hija ya está dando sus primeros pasos y que no puedo salir a montar bici ni ir al estadio. ¿Todo esto por un virus, en serio?
? Está bien tener miedo
Hace 40 días solo quería que todo esto acabara para volver a mi vida ‘normal’. Hoy no espero eso. Le pregunté a Alexandra si estaba loca por sentir miedo a retomar mi vieja rutina. No quiero subirme a un bus, no quiero transportarme en Metro, no quiero ir a una discoteca y sentir el contacto de un cuerpo extraño que pasa por mi lado. ¿Será un miedo temporal? ¿Cómo sobreviviré sin acercamiento social? Su respuesta me tranquilizó: “La principal función del miedo es la supervivencia, así que será muy positivo que lo sintamos, pues nos mantendrá en una actitud consciente de autocuidado, en principio limitará nuestra interacción social a lo estrictamente necesario y nos recordará que el contagio de este virus viene de los más cercanos”.
? ? Calma, de esta salimos juntos
Después de experimentar la frustración que me provoca todo este cambio, el encierro y las limitaciones impuestas por el Gobierno para nuestro cuidado, siempre me doy la palmadita en el hombro y recuerdo que estoy en una posición privilegiada. No sabremos qué pasará, ni cuándo ni cómo dejaremos de estar aislados y retomaremos nuestras antiguas rutinas, no sabemos ni siquiera si podremos retomarlas igual que antes, pero con seguridad hemos aprendido a aceptar la incertidumbre como una compañera constante y ningún cambio repentino volverá a cogernos con los pantalones abajo.