La ampliación de la avenida fue entregada en 2015, pero una vieja casa no pudo ser demolida y hoy interrumpe uno de los tres carriles de la vía. Seis años después, la alcaldía de Sabaneta pretende comprar la franja de la antigua estación del Ferrocarril de Antioquia. Esta es la historia contada por la familia que la ha habitado más de 60 años.
POR ALEJANDRO CALLE | FEBRERO 8 2021
El pasado 4 de febrero el alcalde de Sabaneta, Santiago Montoya y el gerente del Idea, Julián Vásquez, firmaron un crédito por cerca de 50 mil millones de pesos. Los dineros, según lo anunciado, serán invertidos en la ejecución de varios proyectos como la construcción de vivienda, la ampliación del hospital Venancio Díaz Díaz, la ampliación de la carrera 43A y la compra de un predio para finalizar la ampliación de la Avenida Las Vegas.
Para este último, serían “500 millones de pesos para la compra de predios y la culminación y ampliación de la Carrera 48”, dijo el mandatario local. ¿Pero cuáles son los predios? En 2015 fue entregada la ampliación a doble calzada de la Avenida Las Vegas con la sorpresa que una vieja casa interrumpía el trayecto de uno de los tres carriles en el sentido sur-norte. Incluso la vivienda también corta la ciclorruta y los peatones tienen que invadir la vía para continuar el recorrido.
Se trata de una casa blanca en adobe macizo y techo de tapia que servía como estación del antiguo Ferrocarril de Antioquia y como bodega para almacenar el carbón que llegaba desde Amagá. A un costado de la casa fueron ubicadas unas barreras naranjadas para evitar que los vehículos chocaran contra una de las habitaciones.
LA HISTORIA DE LA VIEJA ESTACIÓN
Al tocar la puerta de color amarillo y de una madera también maciza, doña Adelaida Acevedo abre con timidez y saluda. Al preguntarle si siempre ha vivido en esta casa dice sin dudar “toda la vida” y mira a su esposo, quien acude a la cita para saber quién quiere indagar por semejante dato.
No es para menos. Desde hace 30 años don Jorge Mario Colorado, nacido en Amagá, afronta varias reclamaciones y litigios por esta propiedad. Abre del todo la puerta y sin preguntar mucho, invita a pasar a la sala adornada por un cuadro del Sagrado Corazón de Jesús, un par de muebles y un comedor. En un rincón hay apiñadas unas cajas de baldosas.
Jorge Mario recorre la que desde 1960 es su casa cuando su papá llegó a trabajar al Ferrocarril de Antioquia y le asignaron el cuidado de esta, una de las estaciones. “Yo tenía 11 años y esto era una bodega del ferrocarril. Era una casa pequeña y en la parte de atrás pasaban las líneas férreas, el tren llegaba y descargaba el carbón de Amagá porque en ese tiempo todo funcionaba con carbón”, relata.
Cruza una de las habitaciones, luego la cocina y llega hasta el patio. Allí recuerda que la casa no tenía piso ni servicios públicos y que solo funcionaba una letrina. “Mi mamá lavaba la ropa en una poceta y ahí mismo nosotros nos bañábamos escondidos para que no nos viera la gente que pasaba (risas). Mi papá entonces le echó piso y las cosas fueron mejorando”.
Asegura que cuando su padre, José Joaquín Colorado, se jubiló, la empresa le pidió la casa para poderle entregar la liquidación. Pero que su tío, quien también trabajaba en el Ferrocarril, le pidió que reemplazara la plaza que dejaba vacante su padre. No lo dudó e inició como ayudante de electricidad de las locomotoras y al tiempo seguía cuidando la estación.
Conoció a doña Adelaida, con la que se casó hace 47 años y tuvo sus cuatro hijos. El Ferrocarril desapareció en la década de 1990 y la familia Colorado Acevedo hizo de la vieja estación su nuevo hogar. Construyeron con el paso del tiempo un par de habitaciones, pero también llegaron las reclamaciones.
OFERTAS Y DEMANDAS
“En 1991 vivieron de Catastro Departamental y ya estaba construida la casa, midieron el predio y desde ese entonces me llega el impuesto predial. Luego en 2001 me llamaron del juzgado de Envigado para iniciar el proceso de reclamación pero yo ya llevaba casi 40 años viviendo en la casa, fuimos a ocho audiencias y en el primer fallo salió a favor mío. El juez no accedió a las pretensiones de Ferrocarril para entregar el predio, y el juzgado de Medellín ratificó la sentencia en segunda instancia”, dice don Jorge.
Doña Adelaida sigue con sus labores en la casa pero de vez en cuando pasa para saber en qué parte de la historia va su esposo. Mira atenta y continúa. “Se me olvidó echarle alcohol, vio”, apunta y trae el atomizador.
Don Jorge recuerda que los dos anteriores alcaldes de Sabaneta trataron de llegar a un acuerdo, pero las opciones no lo convencieron. “Primero me ofrecieron 20 millones de pesos por todo el predio que mide más de 1200 metros, pero ni les respondí. Luego me ofrecieron una casa supuestamente de 100 millones de pesos en La Doctora, pero era una vivienda de interés social. Al final no pasó nada”, dice mientras baja la voz como para guardar el secreto.
Efectivamente nunca hubo acuerdo y la Avenida Las Vegas pasó a ser doble calzada pero, como si se tratara de una historia macondiana, la casa blanca corta el carril derecho. Don Jorge advierte que él no se opone a la terminación de la vía, pero pide que le sea compensada la franja de 160 metros de su casa “porque esto lo hemos cuidado ya por 60 años con mi familia”, pero además explica que el predio es mucho más grande. “Esto va desde donde está el parqueadero, el vivero y donde estaba el restaurante”.
Ambos aseguran que por ahora no los han vuelto a contactar para negociar y llegar a un acuerdo, pero piden que les avisen con tiempo para no continuar con los trabajos de remodelación de la casa. “Ya la pieza de nosotros estaba muy feíta y le estamos poniendo baldosa. Esta casa es sencilla, pero cuántos no quisieran un techo para vivir tranquilos”, dice doña Adelaida.
Por ahora y mientras se define el futuro de esta casa, un grupo de artistas pintan un mural en la pared que da aviso a los conductores que transitan por la Avenida Las Vegas que deben pasar al segundo carril. Don Jorge y doña Adelaida llegan nuevamente hasta la puerta amarilla y antes de cerrarla, confiesan que esperan que esta vez, la historia de la vieja estación del ferrocarril, llegue a feliz término, aunque el pavimento se lleve consigo parte de la historia de su familia.