La chunchurria del flaco: el regreso de la comida callejera a Sabaneta


Alejandro Calle Cardona

Crónicas y reportajes / agosto 29, 2020

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Con la reactivación económica del sector gastronómico, la comida callejera también regresó a Sabaneta. Las delicias volvieron a los carritos que por más de tres décadas han deleitado el exigente paladar de vecinos y turistas. Para muchos, sin chunchurria, no hay vida.

POR ALEJANDRO CALLE CARDONA | AGOSTO 29 de 2020

-¿Sola o lai?- pregunta el flaco.

-¿Laigth?- contrapregunta la mujer que llegó atraída por el olor y el aviso de letras de colores.

-Sí, ‘lai’ con trompa, oreja y bofe- responde el flaco.

Se escuchan las risas y luego un silencio, mientras ella piensa la respuesta.

-Sola- decide.

Se trataba de la primera clienta después de casi seis meses. El “Templo de la Chunchurria”, el carro de comidas callejeras más tradicional de Sabaneta volvía al ruedo para vender el plato más típico de la ciudad de María Auxiliadora, luego de más de 170 días debido a la pandemia del coronavirus.

Los trozos de tripa de cerdo se cocinan a alta temperatura, mientras Ómar Carmona, “el flaco”, les da vuelta y les echa un líquido rojo del cual no revela la receta. “Es el secreto, niño”, advierte. El sonido se hace más intenso y el olor atrae a los comensales que ya extrañaban este manjar popular y a los curiosos que aún no se atreven a probarla.

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A cualquiera que intente acercase lo detiene una cadena a lo largo de la calle contigua al pequeño parque de diversiones en pleno parque principal. Los letreros amarillos piden conservar la distancia y exigen el uso del tapabocas, el mismo que Ómar ha usado desde hace 15 años cuando decidió trabajar con su madre en el negocio que comenzó en 1985.

Ella, doña Martha, no habla mucho, pero se encarga de recibir el pedido, de cobrar y mantener todo en orden. Ahora tiene otra tarea: hacer cumplir los protocolos de bioseguridad exigidos por la Alcaldía de Sabaneta para poder vender sus fritangas en medio de la pandemia.

“Todo este tiempo estuvimos quietos. No pudimos hacer domicilios porque no tenemos moto”, explicó el flaco. “¿De qué vivimos? Afortunadamente tenemos una familia que nos apoyó todo este tiempo”, apuntó la mamá. Por eso estos vecinos del barrio Villa del Carmen, agradecen poder volver a trabajar.

Con el paso de la tarde los clientes llegaban poco a poco. A pie o en carro, todos coincidían en la felicidad de poder deleitarse su plato favorito, el mismo que el coronavirus también les arrebató. “Son los mejores, su atención, su sabor, uno sabe que es higiénica, no se siente arenosa ni seca. Es deliciosa y nos hacía mucha falta, todos los días pasábamos y decíamos que cuándo volverían”, asegura Anny Rivera con su acento costeño.

Pero el “Templo de la Chunchurria” no fue el único. Al lado, pero ahora separados por dos metros de distancia, está otro de los carros de comida rápida tradicional. RapiRey también regresó, de hecho, fue el primero de las cerca de 60 ventas estacionarias habilitadas por las autoridades locales para reactivar la economía del municipio.

Aunque ellos trabajaron con domicilios, aseguran que no es lo mismo. “La comida callejera es en la calle, obvio. Y al estar al aire libre cumplimos con todas las exigencias para poder abrir, además mire que aquí tenemos alcohol, la señalización, los vidrios que separan la comida del cliente y todos usamos tapabocas”; explica Orlando Betancur, uno de los trabajadores.

RapiRey fue creado por su cuñado Reinaldo Restrepo, también hace unos 35 años, empezó en la calle cerca del viejo palacio municipal donde están todos los bares porque los mejores clientes son los que “toman guaro”, aunque estos tendrán que esperar mucho más para volver. “Claro, ellos eran los que más comían, mientras bebían le pedían al mesero una picada, ellos nos levantaban la mano y uno ya sabía. Pero cuando cerraban los bares, acá llegaban todos a calmar la borrachera con comida”, dice el flaco.

LA TRADICIÓN DE DON JHON

Muy cerca de allí se ve a don Jhon recibir personalmente otra vez a sus clientes. Tal y como lo hace desde el 22 de julio de 1988, hace 32 años, en su restaurante, uno de los más tradicionales de Sabaneta. El último comensal en sus mesas fue el 19 de marzo, ese día cerró por la emergencia sanitaria y solo un mes después pudo reabrir. Pero solo para vender a domicilio o empacado al vacío.

Tras el inicio de la reactivación y la autorización a los restaurantes, los comensales no esperaron para visitar de nuevo el Restaurante Viejo Jhon. El sancocho, mondongo, las carnes, las cazuelas y la típica bandeja paisa, son una tentación a la que pocos se resisten. “Es una felicidad volver a tenerlos por acá, así sea con poquitas mesas, pero es como volver a nacer. Ya es responsabilidad de todos que esto salga bien, nos tenemos que cuidar para que el virus no nos gane la batalla del hambre”; dijo don Jhon durante el primer fin de semana de reapertura.

Sabaneta fue el primero en reabrir los restaurantes. Las cifras y la contención del Covid19 le permitieron ser el municipio pionero en la reactivación de todos los sectores económicos. Primero fue el comercio, las barberías, las tiendas, ahora los restaurantes, gimnasios, escuelas de música y también los templos religiosos.

Por la zona céntrica también aparecieron nuevamente las obleas, las solteritas, las papas fritas, los aborrajados, los churros repletos de azúcar, las crispetas, todo. La vida parece retornar a la normalidad en el “vallecito del encanto”, una nueva normalidad que, sin chunchurria, para muchos es imposible.

Por eso, aunque es devoto de María Auxiliadora, como la mayoría de los nacidos y criados en Sabaneta, el “flaco” cuelga y reza la oración que creó:

“Oh chunchurriero, tan lite extraída del aceite de Olivia. Que se riega por todas partes, que hace que el ser humano os la consuma. Con el solo olor sin irse, ha de mandar por estos alimentos, camarones paisas, “chunchurria”, que se acompañan de oreja, el buche, la trompa y la jeta del marrano puerco. Así que gracias te doy Señor, bendice estos alimentos que cada día se consumen y que con ‘lite’, lai jueperra pa’ engordar”.


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