En un parque de Envigado crece la revolución de la lechuga


Alejandro Calle Cardona

Crónicas y reportajes / noviembre 4, 2019

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Dos envigadeños apasionados por el agro crearon su “fábrica de oxígeno” en 12 metros cuadrados de tierra dentro del parque cultural La Guayacana. Aromáticas, lechugas y otras hortalizas hacen parte de la cosecha con la que educan a la comunidad en procesos ambientales y productivos, y de paso, cuidan el planeta.

POR JULIANA VÁSQUEZ POSADA | NOVIEMBRE 4 2019

“Este parque es un milagro urbanístico”, dice José Alberto mientras recorremos un estrecho camino rodeados de árboles, de sombras y con ese olor fresco propio de la vegetación en días no soleados. Es el barrio El Esmeraldal, es el camino peatonal que lleva al parque cultural La Guayacana.

Este parque celebró hace dos meses su segundo aniversario y muchos vecinos lo consideran un milagro. Allí, en ese terreno de más de 6.000 metros se proyectaban urbanizaciones con torres de más de 20 pisos que nunca se hicieron realidad porque, “como comunidad protestamos por la urbanización excesiva en la zona, las empresas no estaban respetando las normas de retiro de quebradas, entre otras, pero al final, una constructora muy reconocida decidió entregar este terreno como parte de sus obligaciones urbanísticas y la Alcaldía pudo convertirlo en parque”, aseguró José Alberto Duque, habitante del sector conocido como Cumbres.

En sus caminatas habituales de la mañana, este vecino que es ingeniero agrónomo jubilado comenzó a visitar con frecuencia el Parque y allí conoció a Luis Eduardo Jaramillo, un administrador agropecuario que cree fiel mente en que “si ya nos tiramos en el planeta, también estamos a llamados a recuperarlo”.

A Luis, que trabaja en La Guayacana, se le ocurrió la idea de hacer un cultivo hidropónico para aprovechar los lixiviados que se estaban generando con los cultivos de lombrices que también tienen en el parque y así “cerrar el ciclo de aprovechamiento de los desechos orgánicos y crear una fábrica de oxígeno que nos sirviera para enseñarle a la gente que desde sus casas también pueden cuidar el medio ambiente”

DE RESIDUOS ORGÁNICOS A “LECHUGAS LIMPIAS”

Mediante procesos de compostaje, los residuos orgánicos de varios alimentos se convirtieron muy pronto en el abono que permitió realizar los primeros cultivos para experimentar con un nuevo suelo dentro del parque. Pepinos, tomates cherry, y hasta los tres tipos de ají más picantes del mundo han llegado hasta mesas de varias familias envigadeñas que, por suerte, han visitado el parque en tiempos de cosecha.

Y, en el proceso de probar estos residuos ya convertidos en suelo, también crearon un cultivo de lombrices, “que producen un lixiviado que es nutriente para las plantas del parque”, explica Luis Eduardo mientras mueve un poco la tierra para que yo compruebe la existencia de sus lombrices consentidas, y agrega: “un día pensé en que podíamos enseñarle a la gente que los orgánicos no son basura y que haciendo un uso correcto se pueden volver compostaje y luego lixiviado, que puede volver al suelo como alimento y así no rompemos el ciclo”.

Pero el espacio disponible para sembrar era muy limitado, así que la opción B fue crear un cultivo hidropónico, es decir, uno en el que la tierra no fuera necesaria para cultivar. La idea se convirtió en hecho en pocos días. Luis invirtió recursos propios en la construcción de una estructura en tubos de PVC, con orificios y con un sistema de conducción de agua para alimentar las raíces de las plantas, que instalaron a un costado del parque, en apenas 12 metros cuadrados de espacio. Y pronto él, José Alberto y unos cuantos vecinos curiosos se encontraron sembrando 360 plántulas que se convertirían en lechugas gracias a la exposición solar y al lixiviado que sería dosificado a través del agua que llegaba hasta cada raíz.

Seis semanas después abundaron las lechugas en La Guayacana y fueron regaladas a toda la comunidad. “Con este primer experimento demostramos que los productos de cultivos hidropónicos con mucho más limpios que los que compramos en cualquier tienda, y mucho más sanos y responsables con el medio ambiente, porque el cultivo se convierte en captador de C02 y a la vez en una fábrica de oxígeno en muy corto tiempo, y no requiere ningún tipo de fumigación porque no está en contacto con el suelo o con otros cultivos, pero además el consumo de agua y de energía es mínimo”, aseguró José Alberto.

Y es que haber sembrado esta cantidad de lechugas en suelo agrícola habría implicado un área cinco veces más grande, y unos 200 litros de agua por cada planta, es decir, 72 mil litros en total. Pero bajo el método hidropónico el consumo de agua por planta estuvo por debajo de los 17 litros y hubo un ahorro total de 66.000 litros.

En su unidad residencial, José Alberto también tiene un cultivo. Sus vecinos llevan los residuos orgánicos, y en menos de nueve meses evitaron que 2500 kilos de cáscaras de frutas y deshechos vegetales fueran a un relleno sanitario para convertirse, junto 15000 kilos de hojarasca, en compostaje. 

 

Lo único complejo del proceso fue educar a la comunidad en la técnica hidropónica, pues el tratamiento es muy diferente al de una huerta, las plantas en esta clase de cultivo son como un bebé al que hay que variarle el tipo de comida y la cantidad conforme va creciendo, pero al final cumplieron su cometido, “todos aprendimos a dosificar de la manera exacta la solución nutritiva con que alimentamos ese primer cultivo para no quemar las raíces y ninguna planta se nos murió”, dijo orgullo José Alberto.

El experimento de las lechugas hidropónicas sirvió no solo para darle uso a los recursos orgánicos que ya tenían en el parque, sino para muchos más curiosos visitaran este hermoso lugar escondido entre la vegetación que sobrevivió al auge de la construcción en El Esmeraldal. El parque tiene un aula para capacitaciones, una casa antigua que fue restaurada y cuyos espacios pueden ser usados por la comunidad, y una biblioteca en la que prima la confianza y los visitantes pueden tomar libros prestados o intercambiarlos por otros sin la supervisión de un vigilante.

Con el éxito de las primeras 360 lechugas, la misma comunidad pidió que el cultivo permaneciera y se exploraran otros productos. Y como no había suelo que reparar, unas pocas semanas después de la cosecha, los tuvo de PVC se llenaron otras vez de verde con plántulas de aromáticas y medicinales que continúan creciendo bajo la supervisión de los dos expertos, quienes esperan motivar a más vecinos curiosos para que, además de replicar este sencillo cultivo en sus viviendas, también participen del nuevo proyecto de deshidratación solar, con el que esperan transformar estas plantas y darles un valor agregado al disecarlas y entregarlas listas para su consumo.

La vida útil de la estructura de este cultivo es de al menos 10 años, tiempo en el que estos dos apasionados por el agro esperan cosechar tantos alimentos como les sea posible y contagiar a otros de su amor y su compromiso con el medio ambiente, la misma razón por la que también se propusieron diseñar un cultivo hidropónico móvil, “para salir del parque y enseñarles a los envigadeños que con acciones simples como esta podemos generar alimentos sanos para el autoconsumo y dinamizar la economía si quisiéramos venderlos, pero también devolverle al planeta un poco de lo mucho que le hemos robado”, dijo Luis Eduardo.


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