Un joven transgénero será el primer hombre en graduarse de un colegio femenino en Medellín. Su historia refleja una realidad que muchos prefieren negar, pero en la que la familia es clave dentro del proceso personal y social.
POR CRISTINA MONSALVE
“Ma’, pa’… Mi cuerpo no concuerda con mi ser… No soy una mujer. No soy Sara… Soy Emilio y necesito que me ayuden… ¡Ya no puedo más!”
El 8 de abril de 2018 nació Emilio y estas palabras, escritas en una larga carta para sus papás fue el anuncio oficial.
Y no, no tiene un año, tiene 17. Antes fue Sara, una de las dos hijas mellizas de una tradicional familia paisa que desde ese día también tuvo un nuevo inicio, esta fue la primera página escrita de su nueva historia, una de las mejores.
Una cena y un vino en el balcón de su casa, la complicidad de su hermana Juanita que le dijo a sus padres que asistieran a esa cita y la fuerza para dar ese paso, fueron decisivos para ese renacer.
“En esa carta nos decía lo mucho que nos amaba y lo orgulloso que se sentía de la familia, pero nos dijo que estaba en el cuerpo equivocado y que por favor no culpáramos ni a Dios ni a nadie”, cuenta Lina Monsalve, madre de Emilio.
Para Lina no fue fácil saber que su pequeña de crespos alborotados, hippuda y que nunca quiso usar faldas, pintarse las uñas y maquillarse, no era ella, no era su Sarita, era él: Emilio.
“Desde pequeño siempre lo supe, en mi inocencia lo sentía pero no avisaba. Siempre quise mostrar mi rol masculino”, dice Emilio, quien nació con dos minutos de diferencia de su hermana Juanita y desde sus primeros años de vida fue como su complemento. Mientras ella hacía las cosas típicas de niña, él quería disfrazarse de súper héroe, jugaba a ser detective o policía y en su interior, poco a poco, fue sintiendo atracción por las mujeres.
Como todas las madres, que tienen un sexto sentido que pocas veces falla, Lina temía que su hija tal vez fuera lesbiana, un tema al que quiso “echarle tierrita porque la ignorancia era mucha y no podía pensar que eso fuera cierto”, confiesa.
Sin embargo, desde por lo menos cinco años atrás Sara inició su proceso y se dio cuenta que su cuerpo biológico no era el indicado, que era un niño atrapado en el cuerpo de una niña. Que era transgénero.
GRADOS SIN JUMPER
En esa salida del sótano -porque dice Lina que para los niños transgénero la situación es compleja y pasan por el sótano antes del clóset- fue clave su colegio, el Marymount, una institución femenina, tradicional, religiosa y conservadora de Medellín, que ha graduado miles de mujeres. Emilio tendrá el honor ser el primer alumno en graduarse de allí.
Pero para lograrlo fue clave el acompañamiento que tuvo. Primero fue la psicóloga del colegio, en la que Emilio confía plenamente y quien comenzó a ayudarlo en ese proceso para cambiar, “para no seguir viviendo falsamente” en un cuerpo biológicamente equivocado y fue ella quien les explicó a sus papás que era normal que Sara quisiera cortarse el cabello de forma masculina y, luego de que sus padres recibieran aquella carta, le dio todo su apoyo para seguir en la institución.
Lina reconoce que para ese momento ni siquiera tenía claro lo que era un transgénero, pero lo primero y lo más importante fue “abrazar a Emilio, darle todo el amor y empezar a aprender de qué se trataba todo eso, porque éramos ignorantes de estos temas”.
Pero también encontró el apoyo de la fundación Fauds, una ONG que está conformada por una red de padres, familiares y amigos de personas LGBTI y que se reunió con las directivas y luego con las compañeras de clase del grado décimo para que comprendieran “que esto no es nada raro, no es un fenómeno ni un extraterrestre y que mucho menos es el primero ni el último caso”, cuenta Lina.
Para sorpresa de muchos, la rectora de la institución educativa les dio su apoyo al joven y a su familia, a la que conoce desde hace más de diez años, cuando Juanita y Sara comenzaron su vida escolar.
“Yo amo mi colegio, allá me siento muy protegido y puedo empezar a cambiar paradigmas”, manifiesta ‘Milo’, como le dicen de cariño, sentimiento que ha sido el común denominador entre sus amigas y compañeras de toda la vida.
Muchas de ellas fueron testigos de su proceso, otras lo comprendieron con el pasar de los meses y para algunas no fue tan fácil inicialmente… “A una de mis mejores amigas la ignorancia le podía. No quería aceptarlo, pero luego entendió que desde el amor todo se puede. Entendió que soy un niño más, un estudiante más”.
Emilio no usa el tradicional jumper o falda de las niñas, usa la sudadera que desde el colegio le adaptaron. Tiene su propio baño y puede ingresar también al de profesores. Y lo más importante en su objetivo de que se le respeten sus derechos y se reconozca la diversidad: se graduará en el colegio que lo vio crecer y renacer.
TRASFORMAR EL MUNDO
Para quienes aún tienen la curiosidad o algunas dudas, la tarjeta de identidad lo confirma como Emilio Patiño Monsalve, legalmente es el hombre que se sintió desde pequeño.
En cuanto a lo físico, avanza en un proceso hormonal con testosterona. “Eso es lo que me armoniza totalmente para verme como realmente quiero”, expresa ‘Milo’, quien finalmente pudo cortarse el cabello como quería y cambiar su forma de vestir, siendo necesario incluso contar con el apoyo de su padre para detalles como anudar una corbata.
“Este proceso ha sido muy bonito, los mensajes que hemos recibido han sido increíbles, uno aprende que desde el conocimiento y el amor realmente podemos apoyar a nuestros hijos”, dice Lina, quien describe a Emilio como “el niño que vino al mundo a enseñarnos que vale la pena luchar por ser quien uno debe ser”.
Aunque el gusto por las mujeres fue la confirmación que no era una de ellas, actualmente no tiene novia ni le gusta ninguna niña. Emilio se describe como un caballero respetuoso que, en sitios como su colegio, tiene muy claro que hay que saber que hay momentos y lugares para todo.
En cuanto a lo religioso, inculcado desde la familia y el colegio, cree que culpar a Dios de lo que sentía fue parte de un proceso para reafirmar su fe y ahora siente que todo pasa por el algo y que es “un soldado de Dios enviado a la tierra para ayudar a la gente”.
Desde sus redes sociales este adolescente se ha convertido en refugio para muchos menores que atraviesan una situación similar a la suya, por lo que les da consejos y trata de acompañarlos en sus procesos.
Desde esas sencillas actividades virtuales poco a poco va dando pasos hacia sus metas y su futuro, que dice tener muy claro. Quiere volverse un ícono y poder ayudar a más gente como él. “Esa parte social de mi futuro la tengo clara… Esto es una oportunidad para mostrarle a la gente que el mundo es diverso y de colores”.
¿QUÉ HACER?
Mónica Sandoval, sicóloga y directora de la fundación Bien Humano, asegura que la discusión no debe ser una prenda de vestir, sino el proceso de desarrollo de la identidad de los jóvenes. “Nos tenemos que preguntar por el ser humano que está definiendo su identidad hacia ser masculino o femenino, y es algo que una institución educativa debe acompañar. Esto no se define autoritariamente. Puede ser que un chico que nació biológicamente con sexo masculino en su proceso de identificación se sienta mujer”.
La Corte Constitucional a través de su sentencia T-565/13 se refiere a la protección de la orientación sexual y la identidad de género en los manuales de convivencia escolares, y la T-804/14 habla del derecho a la educación a mujeres y hombres trans, diferenciación entre orientación sexual e identidad de género.