Víctimas, excombatientes de Farc y Auc, exguerrilleros del Eln, Fuerza Pública, comunidad, jóvenes futbolistas de la Comuna 13 de Medellín, directores de cine, artistas, y glorias del fútbol vivieron la reconciliación a través del fútbol.
El kiosko está abarrotado aunque solo habían pasado menos de dos horas de haber salido el sol en las montañas del occidente antioqueño. Era una mancha amarilla como si fuera el Metropolitano de Barranquilla. El pequeño Juan Fernando Quintero se paró frente al balón y era la única esperanza que quedaba para empatar el partido que sorprendentemente perdía la selección colombiana frente al rápido Japón en el debut del Mundial de Rusia.
El balón entró, pero había confusión, dudas de si se cantaba o no, pero al final el grito de celebración fue largo y estrepitoso. Solo un gol podía lograr lo que por años se buscaba, un abrazo entre quienes antes se odiaban o sufrían por cuenta de la guerra.
Por primera vez en la historia hombres y mujeres que hicieron parte de la guerrilla de las Farc, de los grupos paramilitares de las Autodefensas Unidas de Colombia, policías y soldados, y víctimas del conflicto, veían juntos un partido de fútbol: Lo que una el fútbol que no lo separe las balas. Y precisamente el equipo de Falcao y James los unió en el salón comunitario del Espacio Territorial de Capacitación y Reincorporación de Llano Grande, a 45 minutos de Dabeiba, a donde llegaron los guerrilleros hace algunos meses tras dejar las armas como parte de los acuerdos de La Habana, aunque muchos siguen dudando de los beneficios de esos acuerdos.
El fútbol se volvió reconciliación y por unos segundos todos saltaron, se abrazaron, gritaron, apretaron las manos y celebraron ese gol sufrido, aunque ellos saben a la perfección el significado de esa palabra. Esa misma escena la imaginó hace 20 años el cineasta Sergio Cabrera cuando realizó la película “Golpe de Estadio”.
Pero la utopía se hizo realidad y Llano Grande fue el escenario para el Golpe de Estadio 2: Fútbol por la reconciliación, una iniciativa que surgió desde los excombatientes y las víctimas, y que contó con el respaldo de Aulas de Paz, el Gobierno Nacional, la Misión de Verificación de la ONU en Colombia, el PNUD, OIM, el Centro Internacional de Justicia Transicional, entre otros.
“Cuando yo empecé a pensar en hacer la película ‘Golpe de Estadio’ realmente imaginar un proceso de paz era una utopía. Imaginar que guerrilleros, policías y paramilitares iban a sentarse en una sala a ver un partido de fútbol era eso, una utopía y por eso mismo en la película, el primer letrero que salía era que no estaba basada en hechos reales”, dice emocionado Sergio Cabrera al explicar que la película relataba en la ficción una tregua entre combatientes para ver el partido de la Selección Colombia frente a la de Argentina. “Ahora ese letrero de la película pierde sentido porque en Llano Grande fue real”, dijo el cineasta al lado de Pastor Alape, quien era uno de los líderes de las Farc e hincha furibundo del Independiente Medellín, como si sufrir en la selva fuera insuficiente.
El árbitro pitó el final del partido y Colombia perdía contra los nipones. Una sorpresa, una gran tristeza para todos aunque en esa caseta te tejas de zinc y piso de tierra café sobraban los motivos para celebrar. “Esta idea surgió entre nosotros los excombatientes y se unieron muchos más”, dijo Iván Roberto Duque o más conocido como “Ernesto Báez”, uno de los comandantes más temibles y desmovilizado de autodefensas.
A pocos metros, sin apuntarle, estaba Alape, jugando de local y le manda un pase al nuevo presidente y a sus electores a la espera que se la devuelvan de taco para ganar el partido que nadie quiere perder, el partido de la paz. “Le estamos diciendo a Colombia que queremos que el país avance en la reconciliación, no solo en el fútbol, si no en todos los escenarios. La paz nutre tantas emociones que es capaz de hacer realidad lo que antes era ficción”, aseguró.
Los habitantes de la vereda miraban con asombro lo que allí estaba pasando. Pero de cierta manera entendían lo que ocurría porque gracias al acuerdo de paz se viene gestando desde el año pasado en esa zona apartada que va más allá del fútbol: víctimas, comunidad, exguerrilleros, fuerza pública y Gobierno, juegan del mismo lado ahora. “Es muy bonito. Aquí somos muy unidos”, dijo don Gonzalo David Úsuga, presidente de la Junta de Acción Comunal.
90 minutos
La noche anterior al partido mundialista, las jugadas del Pibe Valderrana, el Tino y Rincón aparecieron en aquella montaña de Dabeiba. Las escenas de Golpe de Estadio rememorando aquel cinco a cero contra Argentina emocionaron a todos, al punto que algunos se atrevieron a cantar nuevamente los goles.
“Poder estar aquí y poder ver el compromiso que tienen los exintegrantes de las Farc en el proceso de reincorporación es muy importante porque nos permite, en mi caso, esa parte que siempre he reclamado que no es solamente el tema político, si no hablar con los territorios y empezar ese diálogo en el que las víctimas seamos escuchadas”, confesó Yolanda Perea, víctima de Farc y quien llegó desde Chocó solo para ver el partido que todos ganaron.
Junto a ella, llegó también un equipo de 15 jóvenes de la Comuna Trece de Medellín para jugar el partido de la reconciliación en Llano Grande. Glorias del fútbol del Atlético Nacional y el Deportivo Independiente Medellín como Samuel Vanegas, Diego Toro, John Córdoba, arribaron al ser convocados por el exjugador del verde y exdirector del rojo Víctor Luna. De Granada llegaron víctimas y que hacen parte de la empresa Gran Gol que confeccionó balones para el juego.
Las improvisadas tribunas estaban llenas y el sol pegaba fuerte pero ni eso impidió la fiesta. El himno Nacional sonó y en la cancha de arenilla se extendió el telón con la frase “Territorio de Paz”, el mismo que los habitantes de Granada sacaron cuando las Farc atacaron su municipio en los tiempos más crudos de la guerra. A las 11 y 15 de la mañana comenzó el gran partido. En un equipo, con camiseta azul, los excombatientes de la desaparecida guerrilla, oficiales de la Policía y habitantes de la vereda. En el otro, con camiseta verde, el equipo los exjugadores del Medellín y Nacional.
“¡Vamos Llano Grande!”, gritaban los asistentes mientras sonaba la música. El fútbol era una fiesta a pesar de que el equipo iba local iba perdiendo. Al final el resultado fue de 4-2, a favor de los visitantes. Qué tal si no. “Aquí todos ganamos. Lo importante es que se compartió con la gente y esto ayuda para construir paz”, dijo el exjugador verde, Gerardo Vallejo.
“Nos integramos todos como seres humanos. Estamos corrigiendo errores que cometimos en el pasado y ahora estamos haciendo todo lo que podemos para ser mejores personas”, expresó Alexánder Córdoba, excombatiente de Farc.
El segundo tiempo lo jugaron el equipo de Llano Grande y el de Semillas de Vida y Paz de La 13. “Esto ha sido una gran experiencia para mí. Creo que no hay rencor en mi corazón contra nadie y no sentirlo es lo que nos va ayudar a seguir adelante”, dice Edwin Rivera, quien es víctima de las Farc. Él al igual que sus compañeros, de la mano del jugador profesional Willington Cano, ha vivido la reconciliación a través del fútbol en los barrios de Medellín.
Mientras en Rusia algunos equipos grandes se juegan “la vida” por conseguir la gloria y caen en el intento, en Llano Grande otros se jugaron su futuro a la espera de lo que se decida en el Congreso de la República, si avanza o no la legislación de la Justicia Especial para la Paz. La pelota está en el terreno del nuevo presidente Iván Duque y los congresistas que llegarán el 20 de julio.
Sin embargo durante 90 minutos, excombatientes, militares y víctimas demostraron que el fútbol es más que fútbol, que es un deporte que puede unir a todo un país que quiere ganar el partido más importante de su historia.
*Historia y fotos: Misión Verificación ONU