El Barco de buena mar, el delicioso rincón del Litoral Pacífico en Itagüí

Un marinero y una mujer enamorada por la cocina se unieron, por cosas de la vida, hace 20 años para crear uno de los 20 restaurantes más recomendados de la ciudad. Lo que empezó como una cevichería en Envigado, hoy es uno de los lugares para disfrutar la comida de mar más exquisita. Esta es su historia:


Alejandro Calle Cardona

Crónicas y reportajes / abril 16, 2025

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Cuando subes las escalas y entras a El Barco de buena mar es como si llegaras al trópico del Pacífico Colombiano. El sonido de la parrilla, el humeante olor a mariscos y pescados, presagian una buena experiencia gastronómica.

Las tres mujeres que trabajan en la cocina de inmediato notan tu presencia, te saludan, sonríen y te dan la bienvenida. Carlina Mena es la mayor de todas. Tiene 71 años y aunque lleva más 40 años viviendo en Medellín, conserva su acento chocoano, sus dientes blancos, una mirada alegre y su talento para cocinar intacto.

Ella es pieza clave en el origen de este restaurante, que hoy 20 años después, es uno de los 140 restaurantes del país recomendados por el conocido influenciador Tulio Recomienda, 20 de los cuales están ubicados en Medellín.

Detrás de este lugar está Juan Carlos Uribe. Escucharlo podría clasificarse también como una experiencia maravillosa. En su juventud fue marinero, navegó por todos los mares y sobrevivió a un naufragio en medio de una tormenta en la Costa de la Muerte en la ruta España-Inglaterra, lo que lo llevó a replantear su vida.

Tomó la decisión de ir a estudiar tecnología de pesca submarina a Rhode Island, EE UU. Volvió a navegar y las aguas lo fueron llevando hasta las playas de Bahía Solano, donde quedó atrapado y enamorado. “Me hechizó esa selva y me tragó y me quedé viviendo once años, viviendo casi siempre de manera muy sencilla, pescando con los nativos e hice conexiones ancestrales. El mar embruja, hechiza, enamora de manera muy fácil”, confiesa.

Allí aprendió a pescar con métodos artesanales, a hacer una pausa en su agitada vida, a contemplar y disfrutar las cosas sencillas. Conoció pescadores y comenzó a enviar pescado a fresco a Medellín en una neverita de icopor, que vendía su esposa en varios restaurantes. De regreso a la ciudad, montó un cuarto frío en la Central Mayorista, allí nació el Barco de la buena mar.

Al inicio fue una distribuidora y el negocio creció tanto que tuvo que trasladarse para una bodega a dos cuadras de la Mayorista, en pleno barrio San Fernando de Itagüí (o la Raya, como muchos lo conocen). Pero a Juan le faltaba algo para llenar el corazón. Decidió abrir una cevichería en un pequeño local cerca del colegio La Normal de Envigado y allí es donde aparece Carlina.

Su vida también estaba ligada al mar y a la cocina desde la infancia. Nació en Chocó y vivió en Apartadó, donde tenía un puesto de comida de mar con las recetas que aprendió de su abuela y la sazón que heredó de su madre. Viajó a Medellín a buscar mejores oportunidades y cuando hacía un reemplazo en un restaurante, escuchó al proveedor del pescado que buscaba a alguien para montar una cevichería. No dudo en ofrecerse.

Él tampoco lo dudo para aceptarla, sin imaginar que estaban a punto de iniciar una de las historias más exitosas de la gastronomía local. Los ceviches se vendieron como pan caliente, pero Carlina sabía que podían hacer más y le propuso montar un restaurante en el segundo piso de la bodega en Itagüí.

  • “¿Estás loca, Carlina? Allá no pasa nadie, son puras bodegas”, le dijo Juan.
  • “Hágame caso, don Juan”, solo respondió ella con su particular sonrisa.

Cuatro meses después cerraron en Envigado y comenzaron la cevichería en el nuevo punto. Los clientes aumentaron y ellos mismos pidieron nuevos platos, con los pescados frescos que traían del Pacífico. Carlina sintió que esa era la mejor oportunidad para compartir su talento en la cocina y ser plenamente feliz.

“Empezamos con una libra de arroz al día, que tocaba meter a la nevera porque no se vendía todo. Hacíamos pescados fritos, mariscos y los ceviches”, recuerda. El voz a voz hizo que su sazón se hiciera popular y hoy, en un fin de semana, venden hasta una arroba de arroz. Pero no solo se trata de una buena receta.

Don Juan resalta que el pescado fresco es una de las claves de su restaurante, pero también “la alegría de estas cuatro mujeres que todos los días llegan con su alegría afro, su amor por hacer las cosas bien y que todos buscamos ser felices con lo que hacemos”.

De un pequeño espacio, tuvo que ser ampliado a toda el área de la bodega y hace un par de años, ya bajo la dirección de David Uribe, uno de los hijos de Juan, fue construido el segundo piso. Todo el restaurante está decorado con elementos del mar, de barcos, quizá como un pequeño refugio para recordar siempre dónde nació todo.

Quien entre allí viajará por todo el Litoral del Pacífico Colombiano. La cocina es abierta, sus sonidos, los olores del atún, los mariscos, la cazuela, el arroz con coco y el patacón, son una experiencia única. No es exagerado que este sea uno de los 20 restaurantes más recomendados para visitar en una ciudad con una ampliar oferta gastronómica.

Han pasado dos décadas desde el inicio de esta historia. Hoy el Barco de buena mar es un rincón en Itagüí, no solo para disfrutar de la buena sazón de la comida marina sino para viajar por las tradiciones y sabores de esta hermosa región colombiana.

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