Víctimas y victimarios trabajan juntos en empresa de Itagüí


Alejandro Calle Cardona

Derechos humanos / abril 9, 2019

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Fue casi una década el tiempo que Yeison Jiménez pasó entre las cárceles de Bellavista, La Dorada, Cómbita y un batallón militar en el municipio de Bello, lejos de su familia y en circunstancias adversas pagando una condena por homicidio en persona protegida, lo que es conocido como “falsos positivos”.

POR: CRISTINA MONSALVE | ABRIL 9 2019

Fueron un poco más de nueve años de “recuerdos y tristezas, pero también reflexion y aprendizajes”, cuenta Yeison, quien decidió aprovechar su tiempo en prisión para adelantar cursos con el Sena y poder ser producto a su regreso a la vida civil.

“Allá hice unos procesos con el Sena, con la gobernación de Boyacá, unos proyectos de teatro”, comenta Yeison.

Paradojicamente ese era su mayor temor: el mundo fuera de una celda. Un país polarizado, “como empeñado en seguir en guerra y al que, al parecer, poco le importaba el pos conflicto”, la reinserción de quienes con sus armas habían causado dolor a cientos de familias y el arrepentimiento de quienes, como él, terminaron inmersos en delitos que tanto rechazo han generado en Colombia.

En medio de esto decidió acogerse a la JEP en julio de 2018 y, luego de empezar a cumplir con los compromisos respectivos, recobró su libertad.

Pese a sus temores, y contra sus propios pronósticos, solo dos semanas después recibió la oportunidad de trabajar en Nutrifuturo, un empresa de cereales del municpio de Itagüí en la que el gerente decidió apostarle a la paz desde su proyecto.

Para Yeison esto ha sido un renacer. Fue un sorpresa que el que ahora es mi jefe a mí me recibió como un hijo. Y me acogió porque yo tengo unos proyectos, yo en la cárcel me proyecté y quiero estudiar”.

Pero para las directivas de Nutrifuturo su misión no estaba completa aún, ellos aseguran que todos los actores del conflicto merecen más oportunidades.

Y así, días después, su equipo se completó con la contraparte de la historia: llegó Juan Diego Ortiz, un joven de 21 años, tímido y callado, cuya vida cambió desde los cuatro años cuando su padre fue asesinado por los paramilitares.

Juan Diego ingresó a Nutrifuturo y desde asegura que paso a paso está haciendo realidad su principal sueño, que es superarse y salir adelante. Allí, además, ha conocido la otra cara de la moneda.

“Acá en la empresa la experiencia es buena en lo laboral y con los compañeros en algo muy bonito. Yeison, tiene una posición diferente a la mía. Pero nos acoplamos muy bien. Él me contó su historia y yo le conté la mía, entonces los dos nos ayudamos a solucionar y diferenciar los problemas: tanto él como un actor que dejó víctimas como yo, que tuve que ver lo de mi papá. Él le ayuda mucho a uno en eso”, manifiesta Juan Diego.

Él ya piensa en sus próximos proyectos, en estudiar y algún día montar su propia empresa, en la que, al igual que Nutrifuturo que han tenido 50 por ciento de empleados que hacen parte del conflicto, también habrá oportunidades y proyectos para quienes han padecido el dolor del conflicto en Colombia.