‘Pis’, el barbero de Sabaneta


Alejandro Calle Cardona

Sabaneta / noviembre 5, 2014

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En parques, talleres, aceras, cafetines o donde lo coja el trabajo. En cualquier lugar de Sabaneta se puede topar con Mario y sus llamativos bigotes. Él a sus 72 años recorre el municipio en su vieja bicicleta Monark modelo 1952 para dejar claro que sus cortes de cabello siguen vigentes luego de casi 60 años como el ‘barbero del pueblo’.

Cuando tan solo tenía 8 años de vida inició motilando a sus hermanos en Envigado de donde es Oriundo. A partir de allí no ha dejado el oficio para el que según él vino al mundo.

“Nací el 28 de agosto de 1942, el día del peluquero, o sea que la vida quería que yo me dedicara a esto”, sonríe Mario, mientras le pone la capa a Edilma Sánchez, una venezolana que cambió por un día el salón de belleza por la silla verde y las tijeras de ‘pis’.

Con una radiola de aspecto viejo, pero con un puerto usb donde almacena la música parrandera y de Los Cuyos, Mario de Jesús Hernández, o ‘pis’ como lo llaman, aguarda paciente por una llamada de alguno de sus clientes fieles.

En el baúl que lleva en la parte trasera de su monareta aguamarina, guarda las tijeras, las cuchillas, la barbera, la escobita y los recuerdos de cuando se ganó la confianza de los conductores de Sabaneta.

Corría el año 1958 y en el que aún era un corregimiento de Envigado, Mario se encargaba de dejar como una uva los buses escalera hasta que un día decidió alistar también a sus conductores para que quedaran “bien elegantes”.

“Aquí no había quién motilara y los choferes de buses y taxis no tenían tiempo para ir a una barbería, así que traje las tijeras y una peinilla y empecé a motilarlos a todos, mientras salía el viaje”, relata Mario.

Los clientes reconocen su trabajo y aunque regatean en ocasiones los siete mil pesos que cobra por el corte o la afeitada, indican que la comodidad y la experiencia ameritan el precio.

‘Pis’ mira con detenimiento el cabello rubio de la mujer y escucha sus sugerencias; moja un poco por donde va a motilar y toma las tijeras sin quitarle la mirada de encima. Pese al escándalo que hay el viernes en el parque principal de Sabaneta, nunca pierde la concentración. Mira por debajo de sus lentes sin que los bigotes, esos que engomina antes de salir de casa, obstaculicen la visión para evitar trasquilarla.

Siempre anda elegante. Aquel día llevaba una camisa amarilla clara, pantalón y zapatillas negras bien lustradas, y unas medias blancas de algodón por encima de las botas del pantalón, quizá para que la cadena de la bicicleta no le engrasara la pinta.

Su carisma y la sonrisa que siempre luce, lo hacen un personaje carismático a tal punto que un grupo de mujeres veteranas le hacen corrillo para tocarle sus bigotes. “Venga pues que se lo quiero tocar”, le grita entre risas ‘la mona del huequito’, una reconocida cacharrería de Sabaneta.

Veinte minutos después finaliza su trabajo, sacude los pelos amarillos y le quita la capa a la rubia. “¿Cierto que no me va a cobrar?” -“No, eso era una pruebita”-, responde con coquetería.

Mario empaca todo en la maleta y encima amarra la silla verde; revisa su celular para mirar si hay alguna llamada perdida de un posible cliente. Toma su Monark, a la que asegura no cambia por nada y emprende la ruta hacia la estación de buses; sabe que allí siempre habrá alguien que necesite que lo aliste y dejarlo al pelo.

 

Alejandro Calle Cardona

Periodicociudadsur@gmail.com