Nueva partida de defunción se le expide a La Oficina
“Los representantes de la institucionalidad local, departamental y nacional volvieron costumbre el despacho afanoso de partidas de defunción -a diestra y siniestra (literal)-, de jefes, subjefes, capos de la mafia y estructuras ilegales ya sean del crimen organizado, paramilitarismo, o de la insurgencia…En otras palabras, expiden dichas partidas sabiendo que no hay tal muerto”.
Por: Luis Fernando Quijano @FdoQuijano *
Desde hace décadas los ciudadanos recibimos los pronunciamientos públicos de la institucionalidad y somos sus receptores a través del televisor, la radio, la prensa y el internet, pero muchas veces recibimos el mensaje sin cuestionar, mucho menos protestar, por las medias verdades que nos trasmiten.
Escuchamos cómo algunos funcionarios públicos -sin ruborizarse- anuncian el fin de la pobreza, el aumento del empleo y el desborde de la prosperidad; incluso nos dijeron que quien reciba un salario mínimo es un ser afortunado que ya salió de la pobreza e ingresó al club de los nuevos ciudadanos prósperos. Lo peor: el cinismo es repetido en el ámbito social, político y hasta cultural, en este, que también nos dijeron, “es uno de los países más felices del mundo”.
El pronunciamiento –casi incuestionable- también lo hacen desde la fuerza pública, que ahora nos pregona la extinción de una de las tantas estructuras ilegales que pululan a lo largo y ancho de la geografía colombiana. Esta vez la muerta es La Oficina y los funcionarios competentes lo anunciaron como siempre, como expidiendo partidas de defunción a granel.
Los representantes de la institucionalidad local, departamental y nacional volvieron costumbre el despacho afanoso de partidas de defunción -a diestra y siniestra (literal)-, de jefes, subjefes, capos de la mafia y estructuras ilegales ya sean del crimen organizado, paramilitarismo, o de la insurgencia. Actas de defunción que terminan siendo falsas porque se sustentan en acciones mediáticas, show publicitarios y no en acciones contundentes. En otras palabras, expiden dichas partidas sabiendo que no hay tal muerto.
Muchos ejemplos demuestran la ligereza y la trampa que se le hace a la ciudadanía. Como cuando se decretó irresponsablemente el fin del Cartel de Medellín, de Los Pepes, de La Terraza y, no hace mucho, de Las Convivir. Crimen que a la fecha sólo ha mutado y aún se mantiene. Pero uno de los casos que más sobresale es el de la Oficina del Valle de Aburrá, que cuenta con varias partidas de defunción: en lo que va del 2016, ya recibió dos anuncios de su muerte súbita, el más reciente fue expedido por el actual comandante de la Policía Metropolitana del Valle de Aburrá, José Gerardo Acevedo.
El brigadier general Acevedo, sin tener en cuenta que la historia de La Oficina data más de 30 años, decidió anunciar su fin pronunciando tajantemente: “Se debe borrar ya, hay mucho mito alrededor del mismo. ‘La Oficina’ sí existió en su momento. Yo no puedo desconocer que todavía hay personas que pertenecieron a la misma. Hoy día no están confederados. Capturamos a Duncan, en Perú. Hay personas en la oscuridad que pertenecieron y ellos creen que no sabemos quiénes son”.
Se viene trabajando con el slogan de no tapar la realidad pero esta ligereza muestra lo contrario: cómo afirma el fin de La Oficina cuando el alcalde de Medellín, Federico Gutiérrez, ha reconocido hasta la saciedad su existencia. Algo no compagina en la estrategia de seguridad, eso de que unos afirmen y otros nieguen muestra una ambigüedad que solo produce desazón y desconfianza.
Partiendo de la buena fe y del respeto, entenderé que fue una ligereza del brigadier general en un momento de efervescencia, por eso trataré de darle más argumentos para que rectifique lo dicho.
Estados Unidos, a través del Departamento del Tesoro, viene anunciando y tomando medidas contra jefes y subjefes de La Oficina, lo cual indica la existencia de la estructura y por eso la toma de decisiones sobre sus miembros -vale la pena aclarar que algunos supuestos jefes fueron puestos en la ignominia debido al tema de las delaciones de quienes negociaron en el país del norte y necesitan afanosamente entregar lo que sea, así no pertenezcan a la estructura-.
Y si esta prueba no es suficiente, el brigadier general Acevedo debe recordar cuando inició el debate sobre la presencia del Cartel de Sinaloa en Medellín: el entonces director de la Dirección Antinarcóticos de la Policía Nacional de Colombia, palabras más palabras menos, salió a decir públicamente que tenía conocimiento de que el Sinaloa había estado presente –como garante- en el acuerdo criminal realizado entre Urabeños y La Oficina. ¿Alguna duda de la existencia de La Oficina?
De paso, debo decir que decretar que La Oficina no existe es tan irresponsable como negar la presencia de las Autodefensas Gaitanistas (o Urabeños) en el Medellín metropolitano. Qué es entonces el Pacto del fusil: ¿un acuerdo entre fantasmas?
Sin pretender ser irrespetuoso, creo que quienes expiden partidas de defunción sin tener pruebas de la muerte de estas organizaciones deberían invertir ese tiempo en diseñar estrategias para enfrentarlas y desmantelarlas. En últimas, es el erario público el que les paga por resultados reales, y no por show mediáticos que les baja presión a estas estructuras criminales y sólo consigue volverlas inmortales.