Los Gómez se ahoga entre el humo de las ladrilleras


Alejandro Calle Cardona

Medio Ambiente / abril 8, 2016

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Los niveles de contaminación en el Valle de Aburrá mantienen en alerta a las autoridades por el riesgo para la salud pública. Sin embargo, en algunas veredas de Itagüí han convivido con ella durante décadas debido a la producción, muchas veces, artesanal de ladrillos y tejas. Cinco de estas empresas trabajan de manera ilegal.

En esta vereda las mañana son grises todos los días, sin importar si existe contingencia ambiental o si el sol brilla en el resto del Valle de Aburrá. El humo expulsado por algunas de las chimeneas que sobresalen en el paisaje, hace que la respiración sea difícil y la visibilidad se pierda a escasos metros. Bastan pocos minutos para que los ojos de quien no esté acostumbrado a este ambiente comiencen a arder, la nariz siente el óxido del aire, la boca te sabe a polvo y la garganta te pica al tragar.

Esa sensación la padece a diario Camila, habitante de la vereda Los Gómez de Itagüí y quien al ver al alcalde León Mario Bedoya, se le acercó para contarle que el polvo ya hace mella en su cuerpo, impidiéndole respirar con normalidad e ir al colegio como lo hacen sus compañeros. Mientras hablaba con el mandatario, las lágrimas aparecieron en su rostro y la voz se entrecortó al punto que tuvo que terminar antes de tiempo, sin antes suplicarle que hiciera algo por ella y su pequeño hermano, a quien tomaba de la mano.

La historia de Camila es la historia de centenares de habitantes en las veredas Los Gómez y El Ajizal, donde se ubican las 24 ladrilleras y tejares que desde el siglo XIX funcionan  en esta zona del corregimiento El Manzanillo. Dicha industria ha servido a grandes y pequeñas constructoras y la generación de más de mil empleos directos e indirectos, pero también a la explotación minera que arrasa con parte de la montaña y a graves consecuencias para el ambiente y la salud humana.

A escasos 50 metros de una de las chimeneas funciona un hogar comunitario del ICBF. Allí, permanecen trece niños que tienen que soportar cada mañana, entre las 7:00 y 10:30, la emisión de grandes columnas de humo. “Eso que está sufriendo la gente allá abajo en Medellín e Itagüí lo hemos sufrido todos los días y toda la vida acá. El olor veces es a madera, otras a caucho y otras como a oxido; a nosotros no nos despierta el sol sino el humo”, sentencia Marcela Molina, madre comunitaria, mientras señala el polvo en las paredes y ropa.

A tres casas de allí, habita María Fabiola Espinoza, quien llegó a Los Gómez porque no encontró lugar donde pudiera tener una casa a bajo costo, aunque asegura que el precio más alto lo ha pagado su salud. “Es muy difícil respirar y no enfermarse, yo tengo una alergia en mi piel y este polvo me hace más daño, uno se la pasa estornudando y asfixiada”, lamenta esta mujer de 65 años de edad.    

Ver vídeo https://www.youtube.com/watch?v=-CCGLefGWHg

 

Controles e ilegalidad

Hacia 1890 aparecieron las primeras ladrilleras artesanales en el sur del Valle de Aburrá, especialmente en los barrios Belén y Guayabal de Medellín, mientras que en Itagüí se concentraron en el barrio Santa María y las veredas Los Gómez y El Ajizal.

Ya entre 1950 y 1970, algunos tejares –con su producción más artesanal- iniciaron la mecanización de sus procesos con la inyección de arcilla para dar uniformidad al ladrillo y pasando del ladrillo macizo al ladrillo hueco. El crecimiento urbanístico generó que la producción se aumentara, incluso a un millón 600 mil unidades de ladrillos mensualmente y con ello, los niveles de contaminación.

La producción de monóxido y dióxido de carbono, azufre, plomo y material particulado, debido a la combustión de los hornos, la maquinaria y el movimiento de tierra, es la que más sufren los habitantes del corregimiento. “Todos estos causan smog, lluvia ácida, cambio en la climatología e infecciones respiratorias y dermatológicas que pueden afectar a la comunidad y las especies animales y vegetales”, explica el informe ‘EI impacto ambiental y gestión del riesgo de ladrilleras en Los Gómez de Itagüí’, realizado en 2013.

Por ello en los últimos años las autoridades han hecho controles y recomendaciones, pero no todas las industrias han mejorado su producción, lo que ha provocado el cierre definitivo de dos alfarerías y el cierre temporal de otras dos, aunque ambas siguen funcionando. Según Liliana Taborda, directora Territorial Sur de Corantioquia, la ilegalidad es una de las problemáticas de este sector, aunque aclara que muchas ya han optimizado los procesos.

De las 24 industrias identificadas, solo 14 cuentan con instrumentos ambientales que permiten una medición y cinco funcionan de manera ilegal. “Actualmente 12 empresas cumplen con todos los requerimientos y han mejorado su producción, pero las demás no, por eso ya se han adelantado 10 procesos sancionatorios. Lo que nos preocupa es que a pesar  de que hemos emitido cierres preventivos, estos no se cumplen y le corresponde al Municipio hacerlos cumplir”, indicó la funcionaria.

Aunque el alcalde de Itagüí, León Mario Bedoya, aclara que no se puede satanizar el gremio sí reconoce que algunas empresas no cumplen con la normatividad. “Estamos haciendo visitas y junto a Corantioquia vamos a emprender las acciones que sean necesarias porque aunque allí se genere trabajo, debe primar la salud pública”, explicó.

Incluso en el borrador del próximo Plan de Desarrollo se advierte la necesidad de adelantar controles: “Las principales fuentes fijas de contaminación son algunas industrias con chimeneas mal diseñadas, uso de combustibles de bajo costo y de combustión no limpia, quemadores artesanales sin mantenimiento adecuado, combustión incompleta con altas emisiones de monóxido de carbono (CO), óxidos de azufre y nitrógeno; a esto se suman las altas densidades poblacionales cercanas a las fuentes de contaminación”.

Pero los niveles de contaminación debido a la industria ladrillera no se quedan en su producción, puesto que a eso se suman las volquetas y vehículos que transportan los ladrillos y tejas. “A veces suben 15 o 20 y dejan la cuadra hecha humo, pero lastimosamente ya nos acostumbramos. Ojalá hagan algo porque mire cómo estamos”, lamentó Gabriel Restrepo, habitante del barrio El Guayabo, uno de los ingresos a la vereda Los Gómez.

Muestra de ello, es que una de las estaciones de medición de calidad del aire instaladas por el Área Metropolitana que registra mayores niveles de contaminación está ubicada en el barrio Santa María (frente a El Guayabo). Por ello, la Alcaldía de Itagüí restringió la circulación de volquetas durante las mañanas en esta zona y así disminuir el número de partículas contaminantes.

Pese a que parece que la emergencia ambiental se está superando, los habitantes de Los Gómez y El Ajizal como Camila, Marcela y doña Fabiola, piden soluciones radicales y urgentes para poder algún día respirar con tranquilidad aire y no el humo negro de las chimeneas.

Por: Alejandro Calle Cardona

@prensaciudadsur