La pregunta por la paz


Alejandro Calle Cardona

Opinión / febrero 16, 2016

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Quienes seguimos los diálogos de Paz, entendemos el riesgo de la promesa del presidente Santos de poner en consideración del pueblo todo lo que se acuerde en la mesa de la Habana. Querer contar con el beneplácito, autorización o, más nombrada, refrendación de la paz, es entregar a los colombianos la responsabilidad histórica de poner término a un conflicto armado de 60 años.

 

 Por: Juan Camilo Salazar*

jcsalaz@gmail.com

Y aquí hay algo que no podemos dejar pasar por alto: Santos fue reelegido con un margen estrecho sobre el candidato de la oposición, dejando en evidencia la polarización del país alrededor del tema FARC. Por tanto, es absolutamente sano, para nuestra democracia, volver al poder constituyente primario sobre las FARC, esta vez sin intermediación ni representación, confiados en  que estaremos sobre los mejores acuerdos a los que se podría llegar ahora y en el futuro.

Los riesgos de esa refrendación son que los colombianos no conozcan los acuerdos y no entiendan qué están votando; que se vea más mermelada y maquinaria en cada rincón de Colombia que el florecimiento de un diálogo social y político serio, sincero y responsable, para que una vez se defina el mecanismo de autorización social por el Estado y las FARC logre darse un horizonte de fusión, el cronotopo, una corresponsabilidad tal entre el sentimiento popular y los acuerdos, que su implementación y verificación sea un viaje de encuentro, construcción y sinergia nacional.

Hoy, el mecanismo de refrendación impulsado por el gobierno y aprobado por el congreso es el plebiscito: una papeleta, una sola pregunta, repuesta cerrada; SÍ O NO, donde el SÍ deberá contar mínimamente con una votación del 13% del censo electoral sin dejarse superar por el NO.

Muchos analistas, políticos, periodistas y académicos han centrado su atención en cuál será esa pregunta – cuya elaboración es competencia única del presidente -, de la que dependerá el destino de un país. Seguramente no dejará de ser una pregunta formal, de esas que se debe hacer con un grupo de abogados para que no sea susceptible a demandas o fuertes críticas, y cuya mayor preocupación va a ser blindarla del apetito voraz de la oposición. No se construirá bajo los principios del método socrático ni mucho menos, no será la pregunta introspectiva, de esas que esperamos nos revele una certeza profunda.

La pregunta importante es la que debemos comenzar a hacernos los colombianos desde ahora, pienso que esa pregunta nos debe permitir entender la condición del otro, deberá  considerar el imperativo categórico de Kant, deberá poner sobre una balanza la opción de más vida o más muerte, esa pregunta es la que realmente importa antes de salir de casa. Y la respuesta correcta a esa pregunta será aquella que nos libre de los fantasmas del rencor y la venganza, del orgullo y la soberbia, será aquella que nos permita el encuentro con nuestra condición como seres humanos. Una condición cuya mayor certeza está en que el amor a la vida más que a la justicia es el que nos ha permitido prosperar como especie.

 *Politólogo Universidad Nacional. Especialista evaluación socio-económica de proyectos