El regreso del ‘pacificador’ Luis Pérez y su obsesión militar


Alejandro Calle Cardona

Opinión / febrero 23, 2016

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La prevalencia del uso de la fuerza militar en los anuncios de control de orden público, rentas departamentales y toque de queda a menores en algunas regiones del departamento, traen a la memoria hechos que hablan de las preferencias militaristas en el estilo de gobierno de Luis Pérez. Cómo olvidar su auto nombramiento como el pacificador de la comuna 13 y otras novelas creadas alrededor de su nombre.

 

Por: William Pabón – wapabonc@gmail.com

En un rápido paneo podemos mirar con retrovisor a las operaciones Mariscal y Orión y otras acciones militares que hoy retornan a la memoria de los medellinenses con las excavaciones en La Escombrera, además de los permanentes señalamientos -nunca comprobados- de sus alianzas con paramilitares en sus repetidas campañas electorales.

Su estilo tradicional de gobierno sirve como precedente para entender este tipo de decisiones, sin embargo le corresponde al burgomaestre recordar que existe una dinámica transversal que requiere una gran coordinación con los entes nacionales.

Es muy posible que en el encuentro reciente entre altos mandos del Ejército Nacional y el señor Pérez esté obviando la directriz pública del presidente Santos dada hace ya tres años donde textualmente dice que “Las instalaciones militares no deben estar en el centro de las ciudades, no tiene ninguna lógica”, o que tales acciones no tendrían sentido implementarse en un proceso de real pacificación del departamento, que el enemigo interno es una doctrina en evaluación y que en la recta final de las negociaciones con las guerrillas, la decisión del Estado es el desescalamiento del conflicto en todas sus aristas.

Tiene sentido recordar la esencial función del Ejército Nacional de conservar la soberanía de los territorios  y mas en estos tiempos de revaluación de doctrinas militares, procesos de paz, desarmes, perdón y otras palabras que suenan a soneto; porque de implementarse la anunciada conformación del “Batallón de Operaciones Especiales Urbanas”  se generan algunos mensajes ambivalente a la ciudadanía y los recién llegados en el tiempo del pos acuerdo frente a la voluntad de paz y reconciliación.

La restricción sin intervención no tiene sentido

Respecto al toque de queda para menores, cabe citar las declaraciones  a medios de Ximena Norato, directora de Agencia Pandi (Fundación que facilita el diálogo sobre los derechos humanos de los niños, niñas y adolescentes), donde expresa en contraste que: “si ponemos toque de queda a los adultos, mañana tenemos un país mucho más pacífico. La violencia de Colombia no está en manos de los jóvenes. Ellos no son el problema, son la solución y tenemos que empoderarlos para que así sea”.

Además de  considerar la decisión un gran desacierto, pues el Código de Infancia y Adolescencia decreta que esta población tiene que ser protegida por el Estado de esos delitos que se configuran en una vulneración a sus derechos.

La restricción de horarios para menores se configura como un paliativo a los problemas de orden público de los cuales ellos mismos no son responsables, y de ser implementados, como se viene haciendo según lo ordenado, deberán incluirse  estrategias de intervención integral desde la visión de convivencia y familia.

En un país donde la violencia intrafamiliar se incrementa alarmantemente hasta en un 54%, a las 10 de la noche el programa familiar pasa por la franja AAA de novelas nacionales y la intensa actividad en las redes sociales virtuales que modifican permanentemente los escenarios familiares de convivencia.

Las ciudades más que restringir tienen la función de integrar y subsanar las necesidades de ocio, participación y trascendencia de quienes le habitan, y mucho más en las nuevas dinámicas urbanas de los constructores donde la noche es un escenario para todos.

*Vocero Corporación Nueva Gente- Defensor de derechos humanos

Foto: El Mundo