El boom de la Bici ¿peatones vs. ciclistas?
Lo primero que hay que decir es que el reciente boom que ha tenido la bicicleta en Medellín y que se debe extender a los demás municipios del área metropolitana, debe ser motivo de alegría para toda la ciudadanía, puesto que se pasó de cero bicicletas públicas a inicios de 2011 a una proyección de 1.500 y 50 estaciones para finales de 2015.
La evolución es innegable. Pese a las dificultades y obstáculos en muchas vías, Medellín es hoy una ciudad mucho más amigable para la bicicleta y esto tarde que temprano tendrá que reflejarse en el comportamiento de los actores viales; progresivamente los conductores de vehículos motorizados tendrán que hacerse conscientes de su responsabilidad para garantizar la vida de los ciclistas, así como estos últimos deberán ser cada vez más responsables en el cumplimiento de las normas viales.
Dicha expansión del ciclismo urbano ha evidenciado que el sistema no está siendo tan amigable para los peatones, puesto que desde hace varios meses aumenta una preocupación entre muchos pobladores: ¿se están convirtiendo las calles de Medellín en un campo de batalla entre peatones y ciclistas?
Peatones aseguran que son las potenciales víctimas de esa “guerra”, no con el ánimo de convertir a los ciclistas en victimarios despiadados, pero aseguran que con la expansión del sistema público de bicicletas en Medellín se están sacrificando el espacio natural para los que transitan a pie y no el de los automotores, yendo en contravía de la pirámide de movilidad.
Basta con darse un corto paseo a píe por las aceras de la Calle San Juan en cercanías a la Alpujarra o por la atiborrada Carrera Carabobo (la cual a pesar de no tener ningún tipo de señalización para el paso de ciclistas está siendo usada por muchos para transitar entre las estaciones de Encicla en el Museo de Antioquia y la Plaza de las Luces), para observar a decenas de desprevenidos peatones luchando por esquivar las bicicletas en el que antes era su espacio exclusivo.
Unos y otros terminan compitiendo por dominar el espacio público mientras carros y motos siguen disfrutando de los mismos carriles, sólo en San Juan son en total 12 corredores vehiculares que no fueron tocados para hacer la ciclorruta construida en los últimos meses sobre el separador central que también sirve de corredor para los peatones.
Juan Esteban Martínez, Subdirector de Movilidad del Área Metropolitana del Valle de Aburrá, asegura que las instituciones no promueven el uso de la acera por parte de los ciclistas, pero el temor de enfrentarse a buses, carros y motos termina venciendo a la mayoría de ellos y llevándolos a los andenes, inclusive en los lugares donde no hay ciclorrutas ni demarcación especial, generando un detrimento en el espacio público de los peatones y no en el de los vehículos contaminantes que son los que realmente deberían ceder un poco de sus privilegios para que las bicicletas puedan rodar libremente.
Este puede ser un problema nuevo para los medellinenses, pero ciudades más experimentadas en el uso de las bicicletas y la implementación de un sistema público, como es el caso de Santiago Chile, se enfrentaron hace años a situaciones similares y hoy pagan las consecuencias del trazado inadecuado de las ciclorrutas y la falta de cultura para que los carros respeten a las bicicletas. Por ello, es hora de mirar su ejemplo y corregir los errores para evitar que el ciclista sea visto como un enemigo por el peatón.
Para el Área Metropolitana, la autoridad de movilidad en los 9 municipios que la componen, el problema es de doble vía, pues no sólo los ciclistas usurpan el espacio de los peatones, sino que estos ven más atractivas las ciclorurtas recién construidas que los andenes viejos y obstruidos. “El peatón se está empezando a sentir más seguro caminando por la cicloruta, el ejercicio hay que hacerlo también al contrario, no es siempre que el ciclista vaya por donde va el peatón sino que el peatón también está tomando la vía del ciclista y ahí el peatón se sigue quejando”, indicó Martínez.
Con esta afirmación coincide Tatiana Cataño, una asidua usuaria del Sistema de Bicicletas Públicas Encicla, quien se queja de que los peatones obstruyen las ciclorrutas sin atender si quiera al llamado de la campana que acompaña las bicis.
Según la Ley 769 de 2002, Código de Tránsito colombiano, la acera o andén es la “Franja longitudinal de la vía urbana, destinada exclusivamente a la circulación de peatones, ubicada a los costados de ésta”, mientras que la calzada es la “Zona de la vía destinada a la circulación de vehículos”. Teniendo en cuenta que las bicicletas son definidas por el mismo código como vehículos no motorizados y que además la norma dice que las ciclorrutas son la “Vía o sección de la calzada destinada al tránsito de bicicletas en forma exclusiva”, parece obvio cuál es el lugar de las bicicletas.
A pesar de que la norma aún no se refleja en el comportamiento de muchos ciclistas medellinenses, el Área Metropolitana asegura que sólo uno de los cerca de 40 kilómetros de ciclorrutas con los que hoy cuenta Medellín está trazado sobre los andenes y tiene claro que a futuro todas las bicicletas deben bajarse de la acera.
El mal llamado conflicto ciclista-peatón es una mala estrategia: los dos son víctimas de una ciudad mal planificada, es decir, no son los ciclistas quienes se equivocan al andar por las aceras o ciclorrutas, sino el gobierno municipal al haber trazado desde hace décadas un enmallado vial con preferencia por el vehículo motorizado. Si algún actor vial tiene que ceder espacio para que continúe la ampliación del uso de la bicicleta en la ciudad, son los carros particulares, hasta ahora dueños y señores de buena parte de nuestro espacio público.
Daniela Galvis