Así es el interior del desolado edificio Mónaco de Escobar


Alejandro Calle Cardona

Crónicas y reportajes / mayo 3, 2018

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El edificio que sirvió como el búnker personal de Pablo Emilio Escobar Gaviria, caerá mañana, paradójicamente, en medio de una explosión de dinamita. La estructura, aniquilándose lentamente por su propia cuenta y vigilado por la imponente escultura de ‘La Familia’, espera en silencio su última noche de pie.

POR: S. ARBOLEDA

FOTO PRINCIPAL: HENRY AGUDELO- IHA

“La sensación es muy extraña. Este edificio me da escalofríos. Sin embargo, me alegra que se aproveche este espacio para hacer un homenaje a las víctimas”, advierte la actual secretaria de Gobierno de Antioquia, Victoria Eugenia Ramírez. Pocos saben que ella fue la inspectora de Policía de El Poblado ese nefasto día de enero de 1988. “Fue un día terrible para esta ciudad”, dice.

No debe ser fácil acabar con el Mónaco. La historia tiene muchas versiones, tantas como los autores que la han contado. Entre relatos y especulaciones, lo sabido es que a las 5:10 de la mañana del 13 de enero de 1988, tres sujetos, al menos uno de ellos identificado con el alias de ‘el Indio’, condujeron un campero Toyota hasta la puerta del Mónaco y se tiraron antes de que explotara una bomba de unos 80 kilos de dinamita que destruyó parcialmente la edificación, incluyendo el techo de la habitación donde estaba María Victoria, la esposa de Pablo Escobar, en el mismo piso donde estaba la entonces pequeña Manuela, el niño Juan Pablo y una niñera.

El exalcalde de Medellín, Alonso Salazar, en su libro ‘La Parábola de Pablo’, Luis Cañón en ‘El Patrón’ y el mismo Juan Pablo Escobar, ahora convertido en Sebastián Marroquín, advierten que detrás del atentado estuvo Hélmer Herrera Buitrago, mejor conocido como ‘Pacho Herrera’, miembro entonces del Cartel de Cali. Diez años después del atentado, ‘Pacho’ fue asesinado en un patio de la cárcel de Palmira. Los autores coinciden en afirmar que el bombazo al Mónaco fue el inicio de la más sangrienta guerra entre los carteles de Medellín y de Cali. (El asesino de Herrera, según los expedientes judiciales, fue Rafael Ángel Uribe, tío de los posteriormente conocidos como los hermanos ‘Comba’, cabecillas de ‘Los Rastrojos’)

Escobar no estaba en su búnker, según dicen los autores, su familia salió ilesa, abordo de una camioneta escoltada y hacia la finca El Bizcocho, donde si estaba el capo, que había salido del edificio en la madrugada.  “Esto se parece a Beirut”, fue el comentario del entonces alcalde de Medellín, William Jaramillo.

Otro bombazo, con 40 kilos de dinamita tronó en el año 2000. Tampoco bastó para destruir la edificación, pero sí para elevar, hasta hoy, el disgusto de los vecinos que no quieren saber más de Mónaco.

El búnker del capo

“Todo el día vienen turistas ‘gringos’. Ofrecen dólares para que los dejen entrar a tomarse una foto. Han venido a hacer documentales de NatGeo, de Discovery. Vienen dizque periodistas, hasta de la China. Yo me pregunto ¿a qué? Si no hay sino ruinas”, dice uno de los vigilantes permanentes del edificio.

La entrada está restringida. Es una orden emanada de la Policía, que ahora tiene el control de la edificación. De búnker el edificio ya no tiene sino el recuerdo. Dicen que el fantasma de Escobar patrulla en las noches, que muchos se han colado para dejar una firma, o un graffiti en las paredes. De esos si hay, muchos dicen: “Pablo vive”. Una lujosa piscina es ahora una fosa verde y piso por piso todo está lleno de humedad, de recuerdos de la extravagancia, de la narco-estética de los años ochenta. De esto da cuenta la bóveda donde dicen, Escobar guardaba millones de dólares en efectivo como caja menor de su familia, la puerta aún no la han podido arrancar.

El parqueadero, que se cae a pedazos por el abandono, en su época, albergó la colección de carros de lujo. Tras el bombazo encontraron deportivos destrozados, clásicos de la Ford y una limusina Mercedes Benz, que, según la historia, fue un regalo que le dio a la familia Gonzalo Rodríguez Gacha, ‘el Mexicano’, su socio.

Sebastián Marroquín, en su libro ‘Pablo Escobar, mi padre’ narra cómo en medio de la explosión terminó golpeado contra una escultura de Fernando Botero, que estaba en la mesa de noche. La lista de obras de arte halladas suman a Grau, Obregón y hasta un Rodin original, que hoy valdría varios millones de dólares.

Sobrevive aún la imponente obra ‘La Familia’, en medio de la edificación, con varios metros de altura y producto de la exquisita mano del maestro Rodrigo Arenas Betancourt, paradójicamente autor de esculturas tan emblemáticas como la de los ‘Lanceros de Boyacá’, ‘El hombre creador de energía’ de la Universidad de Antioquia o el icónico ‘Monumento a la raza’ que adorna La Alpujarra.

Y es que de paradojas está lleno el Mónaco. Para comenzar se llama así, porque Escobar replicó el diseño de lujo de la arquitectura del principado europeo. La verdadera dueña, según consta en la documentación de extinción de dominio del Juzgado Segundo Penal Especializado de Medellín de la época, era Manuela Escobar, a sus dos años de edad, propietaria de 8 pisos con pent house, dos piscinas, doce apartamentos, varias bodegas y hasta una antena parabólica, que era una verdadera rareza en esa época. Para justificar el dinero con el que se construyó, se declaró que Victoria Henao, la madre, había ganado la lotería dos veces en una semana, según investigación de la Fiscalía.

Otra de las paradojas, a propósito del negro y nefasto humor del capo, fue que hizo construir el edificio a una cuadra del Club Campestre, donde le negaron la entrada en varias ocasiones, de acuerdo con los textos históricos y periodísticos de ese período, pero además, Mónaco está a no más de un kilómetro lineal de ‘Montecasino’, recordada por ser la mansión de la familia Castaño, la de Carlos, Fidel y Vicente, cofundadores de ‘Los Pepes’ y el sitio señalado por Sebastián Marroquín, como en el que se armó el carro bomba de 1988.

Objetivo: borrar la memoria de Escobar

“No queremos más ese edificio, ni a turistas en nuestro barrio. No queremos recordar a ese señor, ni que se nos vincule con él”, dice un vecino de Santa María de los Ángeles. Algo de razón debe tener. Todo el día van grupos de 30 a 50 turistas, incluso muchos llevan la camiseta de Pablo Escobar, como si fuera un ‘héroe’ de DC Comics.

Al alcalde de Medellín, Federico Gutiérrez le cae como ‘patada en las posaderas’ todo lo que tenga que ver con Pablo Escobar. No hay que ser genio para entenderlo, sino que lo diga el artista urbano puertorriqueño J. Álvarez, que en medio de una insólita inocencia llegó a una rueda de prensa a la propia Alcaldía con una camiseta alusiva al extinto ‘patrón’. El regaño fue de tal magnitud que al jovencito reguetonero le tocó casi incinerar la camiseta y salir a pedir disculpas. Acusó “no saber lo que significaba ese Escobar”, ¡vaya ‘lapsus’!.

Hace poco, la ‘inocencia’ les jugó una mala pasada a dos contratistas de la Alcaldía, que con chaleco institucional posaron para una fotografía al lado de Jhon Jairo Vásquez Velásquez, el exsicario del Cartel de Medellín, ahora ‘Popeye, el youtuber’. La lección de ‘Fico’ se repitió. Del regaño pasó a la pedagogía, las llevó al museo Casa de la Memoria para explicarles por qué es una mala idea reír en una foto con el asesino confeso de más de 300 personas.

El pasado 4 de abril, el mismo Gutiérrez, con una almádana en la mano demostró, nuevamente, que quiere borrar a Escobar para siempre de la memoria de Medellín. Con sus manos dio el primer golpe que sentencia el fin del edificio Mónaco. Acompañado por el Ministro de la Defensa, Luis Carlos Villegas -que además aprovechó para dar otro martillazo a la edificación- prometió que el conocido búnker ubicado en el corazón del lujoso barrio Santa María de los Ángeles caerá, de manera paradójica, en medio de una explosión de dinamita, que a su vez le dará paso a un parque en memoria de las víctimas. “Ese ‘almadanazo’ se lo di con todas las ganas, pa’ que sepan pues”, dijo el alcalde Gutiérrez con su particular tono.

 

 


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