‘Alam Brito’ teje su vida en calibre 18
Lleva más de diez años elaborando figuras a punta de alambre calibre 18 galvanizado. Llegó a este arte por despecho y confiesa que aguanta largas jornadas de trabajo a punta de licor, cigarrillos y uno que otro mariguano. Guillermo León Álvarez, o ‘Alam Brito Delgado’, como se hace llamar, se rebusca la vida de parque en parque, aplicando su filosofía: sonreír y hablar más de la cuenta.
Sus manos negras y talladas dan cuenta del trajín de la vida. Su habilidad para crear formas a través del cable y sus pinzas, es admirada por sus pocos amigos y los curiosos que llegan a observar, a indagar el valor de cada artesanía, aunque son muchos los que preguntan y pocos los que se meten la mano al bolsillo y valoran su arte.
Aunque su “oficina de torcidos”, como la llama, queda en el Parque Obrero de Itagüí, asegura que el control por parte de los funcionarios de Espacio Público lo han llevado a abrir sucursales en Medellín y próximamente en el parque principal de Envigado.
A este oficio llegó por puro despecho, cuando en un viaje a Cartagena para huir del trago amargo que le dejó la separación de su esposa, conoció a un grupo de artesanos donde aprendió a doblar y dar forma al alambre, pero también descubrió los excesos que deja a veces vivir y sobrevivir en la calle. “Llegué a Cartagena por desamor y miré lo que terminé haciendo: creando arte”, narró entre risas.
Árboles, caballos de paso fino o cualquier figura que le pidan, la hace. Puede tardar desde dos horas o hasta siete, según su complejidad, pero eso sí, dice que es rápido y furioso, por lo que hace valorar su trabajo. “Yo hago las cosas muy bien y en poco tiempo, pero eso cuesta y no todos son capaces de pagar los 20 mil ó 30 mil pesos, pesos no dólares, que vale una figura bien bonita. Aquí sobran los chichipatos”, racalcó.
Las largas jornadas de trabajo las mezcla con los placeres de la vida que también aprendió en el Caribe colombiano. “La única forma de aguantar tanto trabajo y la caminadera es tomando algún chorro y fumando algo de yerba. La comida es poca, porque hay que destinar la plata para otras cosas como la casa, los servicios y uno que otro gusto”, confiesa sin dudar un segundo.
Mientras terminaba una de las ramas de un árbol y sentado al lado de un caballo, advierte que no todo lo que dice puede resultar verdad, pues su filosofía siempre es sacarle una sonrisa a la vida. En su bolso negro, guarda el rollo de cable que sobró, las pinzas aún filosas, prende un cigarrillo y pone conversa. Es hora de otra historia calibre 18.
Alejandro Calle Cardona