En los largos y amplios pasillos de este lugar nunca reina el silencio. Los chicos están en las aulas y desde afuera se escuchan las risas y las voces de todos mientras juegan y aprenden. El ruido aumenta cuando las profesoras les avisan que es hora de comer y pareciera que fuera un carnaval, una fiesta que nunca termina.
POR JULIANA VÁSQUEZ POSADA | PUBLICADO ABRIL 22 2019
Se trata del Centro de Desarrollo Infantil más grande del país, ubicado en el Centro Integral Parque de las Luces en Itagüí, una imponente caja de colores instalada en una de las montañas del municipio. Allí pasan el día 600 niños entre seis meses y cinco años, acompañados por profesoras y auxiliares, desarrollando toda clase de actividades lúdicas y pedagógicas.
En las paredes hay carteles que advierten que las risas son permanentes, mientras que los salones grises son vestidos por telas de colores y muñecos que le dan vida a este gran castillo de más de 30 mil metros cuadrados. En las zonas de juego y aulas múltiples todo es ruido, abrazos y un derroche de energía inagotable que aumentan cuando ven a algún visitante, a quien abordan, preguntan su nombre e invitan a jugar. Es imposible decir que no.
“Hoy aprendimos a hacer leche”, dice Mariana, de 4 años, vestida de granjera como todos sus compañeros de curso, que están descubriendo durante las últimas semanas a cerca de animales. Hoy era el turno de la vaca y estos niños curiosos no solo la modelaron en plastilina, sino que aprendieron, con un guante quirúrgico y un poco de agua, cómo se ordeña para sacarle la leche que se toman en casa.
UN CAMBIO DE 360°
Este CDI fue inaugurado en agosto del año pasado y hasta allí se trasladaron más de 30 hogares comunitarios del ICBF que estaban dispersos por la zona rural y norte del municipio. “La transición ha sido todo un reto, aquí las madres comunitarias tuvieron que sacrificar la comodidad de estar en su casa, pero son más los beneficios. Por ejemplo, la cualificación de su trabajo”, explicó la subsecretaria de Inclusión Social, Luz Ángela González Morales.
Marcela Londoño era una madre comunitaria en el barrio La Aldea, en su casa cuidaba 13 niños de diferentes edades, pero ahora como “profe” del CDI tiene a cargo un grupo de 20 pequeños, todos de 4 años. “Las responsabilidades cambiaron por completo. Antes nosotras teníamos que ser todo: cocineras, profes y hasta psicólogas; aquí los niños tienen nutrición, psicólogas, transporte y todo lo que necesitan para que nosotros nos podamos enfocar en lo pedagógico mediante el juego”.
Todos los días a las 7:45 de la mañana se abren las puertas para recibir a los niños ávidos de juego y listos para compartir con sus compañeros. La rutina empieza con el desayuno, el primero de los cinco momentos de alimentación que tienen durante el día. Luego van a las aulas y comienza la acción: mientras los más grandes aprenden sobre profesiones con grandes dibujos de policías, bomberos y otros, los bebés reciben masajes de estimulación, otros pequeños afinan sus primeros pasos en un piso diseñado especialmente para ellos y reconocen elementos de su rostro dibujados a gran escala en una pared.
Los chicos que tienen entre 2 y 3 años aprenden a querer las frutas y las verduras en sus comidas mediante un proyecto en el que siembran ellos mismos sus semillas y conforman una pequeña huerta en su salón. La estrategia pedagógica cambia cada dos semanas para todas las edades y es planeada de acuerdo con el interés que van mostrando los pequeños en las aulas.
A las 4:00 de la tarde los niños terminan su jornada y regresan a casa, sin asomo de agotamiento por ningún lado, pero siempre felices. Y las profesoras…exhaustas, pero satisfechas. Es tal la demanda que hay otros 300 niños esperando cupo y que solo podrán acceder si otro cumple la edad límite o si se traslada de barrio.
ENTRE VALORES Y LIBROS
Mientras recorríamos el lugar, vimos a Juan Esteban y Juan José posando como súper héroes en una divertida sesión de fotos en la zona de juegos. El motivo: la campaña ‘Yo soy valiente’ que adelantará la Alcaldía de Itagüí a propósito del mes de la niñez. “Vamos a enseñarles que son valientes cuando corren o cuando saltan, pero también cuando piden disculpas o cuando se hacen respetar, porque queremos que aprendan a protegerse desde pequeños para que no les vulneren sus derechos”, agregó la Subsecretaria González.
Pero no solo la formación en valores es una prioridad en este CDI y en los otros dos que tiene el municipio, también lo es introducir a los niños en el maravilloso mundo de lectura, por eso en la última semana del mes todas las aulas participan de un festival en el que las profes les inculcan el amor por los libros, así, mientras los bebés se familiarizan con imágenes y sonidos durante las horas de lectura, los más grandecitos construyen su propia biblioteca colectiva, adecuada en un rinconcito del salón y que es alimentada cada mes, durante el festival, con nuevos libros, dibujos y otras manualidades.
“Todo el mundo hablaba de este CDI y por eso quise que Juliana estuviera aquí, siento que se está preparando muy bien para ingresar a preescolar y el afecto que veo que la profesora le da me hace sentir confiada de que estoy dejando a mi hija en un muy buen lugar”, dice Johana Trujillo, que ha llegado a recoger a su pequeña hija que ama patinar, montar en bici y “ser youtuber”.
A los 600 niños que asisten a este CDI se suman otros 390 que están ubicados en los CDI El Pedegral y La Gloria. Todos son atendidos gracias al convenio entre el ICBF y la Alcaldía que les garantiza, además del proceso pedagógico y de cuidado, alimentación, transporte y uniformes gratuitos.