Madres de la Plaza de Mayo: el amor es un don eterno


Alejandro Calle Cardona

Derechos humanos / junio 4, 2013

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Desde el 30 de abril de 1977 han sucedido en la historia de la humanidad 1.875 jueves. Se han turnado en esos días, jornadas de fútbol, elecciones, fiestas navideñas, días patrios, carnavales, sepelios, nacimientos, conciertos musicales de grupos de todos los géneros, nacieron y murieron amores juveniles, llegaron o se fueron primaveras y otoños, se celebraron contratos, coimas o festivales de arte, en fin, desfiló la comparsa de la humanidad.

 

Pero siempre, cada uno de esos jueves, una treintena de señoras que llevaban un pañal cubriendo sus cabezas, se reunió en la Plaza de Mayo, justo a pocos pasos de la Casa Rosada (sede del gobierno argentino) a pedir justicia por 30.000 personas desaparecidas secuestradas por la dictadura militar de ese país.

La historia de este colectivo femenino –con el paso de los años es simplemente un colectivo porque tiene muchas voluntades masculinas al lado- comenzó el 24 de marzo de 1976 cuando una junta militar derrocó al gobierno de la presidente Isabel Martínez viuda de Perón (centro derecha), tras de lo cual se instauró uno de los regímenes de facto, de ultra derecha, más criminal en la historia latinoamericana.

Con distintos nombres y bajo diversas modalidades, los miliares argentinos se dieron a la caza de cuanto fuera, pareciera o recibiera el nombre de subversivo: activistas montoneros (un grupo armado, ilegal, del peronismo), pero también y sobre todo, a los comunistas (un grupo paramilitar se llamo Alianza Argentina Anticomunista –Triple A-), a los sindicalistas de izquierda, a los líderes sociales y comunitarios, a los estudiantes, a las amas de casa, a los artistas, a los periodistas, a los homosexuales, en fin, a todo lo que según el sentido político y moral de la extrema derecha atentara contra su visión.

Las mujeres que hicieron parte de las Madres de la Plaza de Mayo empezaron a verse y a reconocerse en la búsqueda de hijos, padres y esposos retenidos en las operaciones clandestinas –tanto de la Triple A como de las fuerzas militares o ambas-, en las peregrinaciones, filas y esperas que hacían en las instalaciones militares, en las guarniciones y en las comisarías de policía, con resultados negativos en la mayoría de los casos.

Apenas 13 meses después del golpe, el jueves 30 de abril de 1977, comenzó la más larga peregrinación por los derechos humanos en la historia de la humanidad. Ese jueves de otoño austral se reunieron, por primera vez, las mujeres que buscaban a sus hombres (también a sus hijas, hermanas y madres, no pocas veces secuestradas en embarazo), llevando pañales para cubrirse la cabeza para llamar la atención del generalato instalado en la Casa Rosada.

Primero las llamaron a la cordura, luego las amenazaron, después las persiguieron con perros entrenados y usando macanas (bolillos, en Colombia), gases, golpes… hubo desaparecidas entre ese grupo, pero sin perder la calma ni la esperanza ni la indignación siguieron dándose cita cada jueves en la mañana, bajo el inclemente verano porteño o en las frías jornadas del invierno que llega del sur.

Al regreso de la democracia, en 1983, recibieron la promesa de que se iban a exhumar los cuerpos de tantos desaparecidos como se pudiera (muchos nunca se pudieron rescatar porque fueron lanzados al océano), pero mantuvieron la dignidad de la protesta y se empeñaron en seguir exigiendo justicia. A eso reclamos unieron la exigencia del regreso de los niños secuestrados en los vientres de sus madres (una nueva asociación, literalmente hija de las Madres de la Plaza, reúne a los muchachos que fueron rescatados).

El gobierno de Carlos Menem decretó en 1999, una ley de punto final que perdonaba los crímenes de la dictadura, basado en un enorme apoyo recibido de las elecciones presidenciales. Solo unos pocos colectivos de derechos humanos se opusieron a la decisión. Las Madres de la Plaza de Mayo debieron esperar hasta 2006, durante el gobierno de Néstor Kirchner, para que un tribunal de justicia anulara el indulto menemista y los procesos –algunos con condenas- se pudieran reabrir.

La figura central del colectivo Madres de la Plaza de Mayo es Hebe Pastor de Bonafini, presidenta de la asociación desde 1979, quien, en el acto de conmemoración de los 30 años del colectivo, dijo “vencimos a la muerte, queridos hijos. Vencimos al verdugo. Esto es vida pura, llena de amor y de abrazos […] con esos hijos que nos nacieron después, estamos sembrando un nuevo camino, que no deja de ser revolucionario, construyendo, marchando junto a quienes nos necesitan”. La señora Pastor (ahora viuda de Bonafini) perdió a dos hijos y a su nuera durante los años de la represión, pero al regreso de la democracia siguió padeciendo persecución, acoso y acusaciones.

Sin embargo, el próximo jueves, con su universidad popular, su periódico alternativo, su radio barrial, su sitio web y, sobre todo, con millones de personas, tanto en forma presencial como virtual, la treintena de madres se volverá a reunir en la Plaza de Mayo. Será el jueves número 1.876… y seguirá contando.

 

Octavio Gómez V.

periodicociudadsur@gmail.com