Itagüí, la industrializada ciudad del sur del Valle de Aburrá, cuna de importantes empresas textileras y cerveceras, aún conserva un lugar que evoca esa vida pueblerina que hoy parece haber desaparecido. En los alrededores de la antigua estación del Ferrocarril, en el barrio Yarumito, permanecen las huellas de aquel tradicional sistema que hoy pretende revivir el gobierno Departamental.
La antigua casona fue construida en 1911 con tapia pisada y teja de barro, materiales típicos de la arquitectura antioqueña. Muros altos, puertas gigantes y los corredores perimetrales apoyados en columnas de madera. La edificación era una de las 17 estaciones del Ferrocarril que atravesaba los municipios Envigado, Itagüí, La Estrella, Caldas, Angelópolis y Amagá, abundante en yacimientos de carbón.
Las cantinas y pequeñas tiendas hacen homenaje a la estación con sus nombres; allí los más viejos juegan a las cartas y parqués al ritmo de la música popular, boleros y carrilera, porque también la música antioqueña llegó en tren, al mismo que aun parecen esperar que arribe con pasajeros y productos provenientes de otras regiones como la cebada y arroz que abastecía a la Cervecería Unión, y el carbón utilizado en la industria y hogares del Siglo XX.
Hoy los vecinos más longevos aún recuerdan el momento en el que aquel vagón llegó por última vez a Yarumito y el olor a estiércol de los caballos que hacían parada obligada en este lugar, luego de que los campesinos llegarán allí a intercambiar sus productos y beber cerveza.
Sobre la calle 83, conocida como La carrilera, donde se ubica la estación, permanecen las huellas de los antiguos rieles, esos que aparecen de manera espontánea a lo largo de su recorrido, el cual se dividía en dos en Yarumito, una hacia el norte, Medellín y Santa Marta, mientras que la otra hacia La Estrella y continuaba hasta Buenaventura.
Con el paso del tiempo este lugar comenzó a deteriorarse, sus vecinos aseguran que con la venta del Ferrocarril de Antioquia en 1961 y la llegada de otros medios de transporte, el sistema ferroviario declinó y en 1987 el tren dejó de funcionar. La estación quedó en el olvido, lo que posibilitó que Javier de Jesús Arboleda, trabajador del ferrocarril, se instalara con su familia y subarrendara a don Alfonso Ocampo, quien hasta hace poco tenía un local comercial de frutas y verduras, venta de cerdos y también los gallos de pelea para el esparcimiento y las apuestas.
Recuperación de la estación
En 2001 se iniciaron los procesos administrativos para la restauración de la vieja estación debido al notable deterioro en su infraestructura y el uso inadecuado que se le estaba dando. De esta manera, la entidad ya liquidada Ferrovías, propietaria de la infraestructura de la red férrea nacional, realizó una apelación contra la Alcaldía de Itagüí en la que proponía entregar el inmueble a esta administración en la modalidad de comodato por cinco años para instalar un espacio cultural, a lo cual no se hizo mayor gestión.
Para 2006 la Administración Municipal y la Fundación Biblioteca de Itagüí Diego Echavarría Misas, diseñaron el Plan Especial de Protección Patrimonial de Itagüí de acuerdo con el Plan de Ordenamiento Territorial, con el fin de brindarle una valoración estética y simbólica que permitió declarar este lugar como histórico y de interés patrimonial.
Cinco años después, se desarrollaron planes para la recuperación de las 17 estaciones férreas entre el Instituto Nacional de Vías –INVÍAS- y el Ministerio de Cultura. Hace dos años se procedió con el desalojo de las familias que vivían en el lugar y en junio del 2015 un equipo de ingenieros, arquitectos y psicólogos comenzaron a evaluar la situación de la Estación, iniciando el mantenimiento de fachadas, puertas y muros.
Además de la parte estructural financiada por INVIAS, la Fundación Taller de Bogotá financió los talleres de sensibilización con los vecinos indagando sobre los programas educativos, artísticos y pedagógicos que se ofrecerían en este nuevo espacio cultural. La restauración tuvo un costo de 324 millones de pesos y una duración de seis meses, se entregó en noviembre y la inauguración se realizó en diciembre del año pasado.
Según los habitantes del sector esta inauguración fue simbólica porque a los días siguientes se ubicaron alrededor del inmueble vallas de la policía lo que generó rumores entre ellos de que sería una estación de policía. Hasta la fecha continúa cercado el lugar para evitar el paso por sus corredores y con personal de vigilancia 24 horas.
Tres meses después de la entrega oficial de la estación, aún no inician las actividades que serían la extensión de los programas que adelanta la Casa de la Cultura en Ditaires; según María Sabina Montaña, ingeniera de Invias, no ha sido posible hacer la apertura porque “en la Alcaldía no había enviado los documentos para la entrega en comodato de este inmueble y así los habitantes de Itagüí disfruten de este espacio”.
Según Carlos Mario Posada, director de Cultura de Itagüí, la documentación fue entregada hace pocos días y se espera que para la próxima semana se haga efectivo el comodato. “Aún no sabemos qué actividades vamos a realizar allí, pero la idea es tener oferta educativa y cultural. Pero además queremos recuperar la memoria del Ferrocarril, de la estación y el impacto que tuvo en nuestro municipio”, señaló el funcionario.
Mientras este lugar abre sus puertas de nuevo a la comunidad, Alfonso Ocampo, quien 25 de sus 60 años en la Estación, narra los últimos trayectos del tren hasta el momento en que lo desalojaron de aquella que fue su casa y su tienda. Hoy sigue trabajando vendiendo frutas y verduras al frente de la casona y observa un poco con nostalgia una vieja foto que permanece en el local. “Ya no es lo mismo” -indica, -“¿por qué vienen ahora a tomar fotos, a hablar con uno, ahora que está bonita la casa y ni siquiera dejaron los rieles?”.
Al recorrer las huellas del Ferrocarril de Amagá, es común encontrarse con tramos de rieles oxidados cerca de caseríos y barrios. Las estaciones, muchas de ellas, permanecen en el olvido y se desmoronan con el tiempo a la espera de que su memoria no se borrada definitivamente de quienes disfrutaron de aquel viejo tren.
Sara Castañeda Suárez- Andrés Alfonso Vergara Molina
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Foto: Edwin Bermúdez -Melitón Rodríguez, 1911. (Biblioteca Pública Piloto, Medellín)