“Mamá, pero no llores. Tú estás conmigo y yo contigo. Mamita entre los dos saldremos adelante”, le canta el pequeño Darwin José Pinto Robles a su madre en la cafetería ubicada en una de las esquina del parque principal de San Antonio de Prado.
POR ALEJANDRO CALLE CARDONA | 2 JULIO 2019
Apenas cumplió los once años y ya sabe qué es el exilio, dejar su familia, los abuelos, su papá, sus amigos, la escuela, todo. Junto con su mamá llegó hace tan solo tres meses provenientes de Venezuela, al igual que más de un millón de personas que, agobiados por la difícil situación social, política y económica del país, eligieron a Colombia como su nuevo hogar.
Viste un traje de mariachi azul oscuro con bordados blancos y en letra negra deja ver su nombre artístico: El rancherito de oro. No le teme a nada, ni a cantar en público ni mucho menos extender su sombrero a la espera de alguna moneda o billete en contribución por escuchar su voz.
Solo lo agobia el desprecio y la indiferencia que sufre en ocasiones cuando llega a cantar para ganarse la vida a ayudar a su madre con los gastos del arriendo, comida, servicios, su educación y la salud. Sí, es el hombre del hogar, por cosas de la vida lo es o mejor, le tocó ser.
En cada ranchera de Pedro Fernández, Vicente Fernández y demás, derrocha su talento y el sentimiento de ser cantante profesional y llegar hasta México para cantar en la Plaza Garibaldi. Por eso, a pesar de la tristeza que no ocultan sus ojos por estar en tierras lejanas, tiene claro por qué apoyó a su madre en la decisión de llegar a Colombia en busca de su futuro.
Su talento lo descubrió su madre cuando tenía 7 años, cuando Darwin interpretó “Canto a la madre”, una ranchera de Pedrito Fernández. “Yo lo escuché y de inmediato sabía que tenía todo el talento para que llegara lejos. Aunque su padre no confió en él, yo estoy luchando por sus sueños”, recuerda Milagros Rosales, quien además de ser madre es la manager del pequeño artista.
Su potente voz lo llevó a presentarse en varios escenarios, ganar dos premios de música en su ciudad natal y a grabar un disco recopilando los éxitos de grandes mariachis mexicanos. Pero la crisis venezolana tocó su hogar. El dinero y la comida comenzaron a escasear, al punto que dos hermanos de Milagros viajaron hacia Medellín en busca de nuevas opciones.
Darwin ama la música y tiene claro su objetivo: “Yo amo mis rancheras y quiero llegar muy lejos, ser un artista importante y cantar al lado de los grandes mariachis”, dice sin titubear mientras se pone el sombrero negro de charro.
Por eso su madre dejó su trabajo en una emisora y lo arriesgo todo. Confió en la propuesta de un hombre quien le prometió ayudarle con la carrera de su hijo acá en Colombia, le pidió sacar toda la documentación y pagar un dinero para cumplir el sueño de su hijo, pero fue engañada. Viajaron durante un día desde el estado de Carabobo a Barquisimeto, pero allí comenzó la tortura.
Pasaron tres noches durmiendo en un parque, comiendo pan y agua y Darwin cantando en el transporte público para sostener los gastos que exigía “el empresario”. “Fue una tortura y este señor se estaba aprovechando de nosotros. No aguantamos más y yo me quería devolver pero el niño no, quería llegara Colombia para cumplir su sueño. Nos comunicamos con mi familia y me ayudaron con los pasajes para venir a Medellín”, relata Milagros.
Emprendieron un nuevo viaje para llegar a Cúcuta y luego a Medellín. Fueron dos días, sin comida, solo dos panes y una gaseosa acompañaron el trayecto de más de 1300 kilómetros.
El “rancherito de oro” llegó con su mamá a San Antonio de Prado, en un pequeño rincón montañoso de Medellín, alejado de las grandes plazas de mariachis de México. Los fines de semana recorreré panaderías, negocios y el parque para hace suspirar a quien lo escuchan y recoger el dinero que permita sobrevivir y ahorrar.
“Acá encontramos el apoyo de mucha gente, de Hernán Zapata de la emisora virtual, de don Arcadio Muñoz quien le regaló el bafle para que pudiera cantar y de mucha gente que cree en el talento de mi hijo”, resalta la mujer, quien por problemas respiratorios y cardíacos no ha encontrado trabajo.
Ya intentó cantar en el parque de Itagüí, pero el personal de espacio público lo retiró pese a que el público lo quería escuchar. El pequeño mariachi se prepara para su primera gira, visitará las tiendas y parques de Sabaneta, La Estrella y Envigado para dar a conocer más su talento, el mismo que ya conoció Johan Gabriel González, “El charrito negro”.
“Fue un momento muy especial, el organizador de un evento acá me ayudó a conocerlo, me invitó a su carro, me preguntó que de dónde venía y cuando le dije que era venezolano, me dijo que cantara antes de su presentación. Había mucha gente, me emocioné mucho”, recuerda Darwin.
Pero este pequeño, aunque tenga vida de grande no deja de ser niño. Ya hizo amigos en la vereda La Campiña, donde vive y con quienes juega al fútbol a la espera de regresar al colegio y continuar con sus estudios. Está en sexto grado y además de músico quiere ser odontólogo. Es un convencido de lo que quiere y por qué lo quiere. “Mi sueño es llegar lejos, viajar por varios países y darle todo a mi mamá que me ha apoyado tanto, todo lo hago por ella”, dice el Rancherito de Oro.