El último partido en el estadio San Fernando: la historia tras 50 años de la Central Mayorista

Hoy la Central Mayorista de Antioquia cumple 50 años de vida. Pero en ese lote ubicado en Itagüí antes fue el hipódromo y estadio San Fernando, donde nació el fútbol profesional colombiano. Atlético Nacional y el DIM jugaron sus primeros partidos. Esta es la historia:


Alejandro Calle Cardona

Crónicas y reportajes / julio 29, 2023

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PUBLICADO 29 DE JULIO 2021 | JONNY SAMPEDRO Y CRISTINA MONSALVE

De la cancha no quedan rastros, del hipódromo tampoco. No hay una señal, una pista, un mural, o una placa que recuerde lo que sucedió allí. ¡Debería! Nadie sabe a ciencia cierta dónde estaban los arcos, dónde se marcó el primer gol. Los viejos retan la memoria y se contradicen, los jóvenes de hoy desconocen que allí corrió la pelota por primera vez.

Donde ayer se vociferaban goles, hoy se escuchan otros gritos: los de la comercialización de hortalizas, frutas y granos. Desde 1942 y hasta 1960 funcionó allí un hipódromo y a la vez estadio de fútbol, a partir del 29 de julio de 1971 una central de abastos: la Central Mayorista de Antioquia.

Para el futbolero es una lástima tener recuerdos mínimos de este lugar. Toca remitirse a los archivos, buscar fechas, confrontar versiones. Lo cierto es que allí empezó todo, fue un domingo 15 de agosto de 1948, cuatro meses después del asesinato de Jorge Eliécer Gaitán.

La muerte del “Caudillo” convulsionó al país. Fue un golpe duro, se incrementó la violencia y el odio entre partidos políticos. Había que apaciguar la gente, darle un sedante, y entonces el fútbol profesional surgió como alternativa viable.

La División Mayor del Fútbol –Dimayor– se creó el sábado 27 de junio de ese año. En tiempo récord organizó el torneo que sigue vigente hasta hoy. Diez equipos tomaron partida, por Antioquia lo hicieron: Independiente Medellín y Atlético Municipal que hoy es Atlético Nacional. Un año después se incorporaría el Huracán.

Como hipódromo el San Fernando se asemejaba al de San Isidro, en Buenos Aires, Argentina. El lujo, la estructura de sus tribunas, y la comodidad así lo permitían. Como campo de fútbol, el gramado era de los mejores del país.

El fixture quiso que el “Verde” iniciara de local ante Universidad Nacional, equipo bogotano, que jugó sus primeras fechas en Pereira. Mientras tanto, el “Poderoso” visitó a América. Esta situación, más la necesidad de jugar el partido en la mañana, porque el resto de la tarde se empleaba el lugar para carreras de caballos, hizo que este compromiso fuera primero que los demás y que los registros iniciales se dieran allí.

El 5 de enero de 1944 se estrena el campo de fútbol del Hipódromo San Fernando.

Desde el Parque Berrío y la Plaza Cisneros partieron la mayoría de aficionados. Muchos de ellos se desplazaron en buses que llegaban a este alejado lugar de la ciudad, donde abundaban las mangas y escaseaban los hogares.

Lo más parecido a un domicilio era el Galpón Guayabal, una empresa ladrillera que puede considerarse como la pionera del barrio San Fernando, establecido en 1952, gracias a los terrenos donados por Manuel Zeledón.

Las tribunas del hipódromo se llenaron, como era costumbre, de personajes elegantes. Los hombres con sus trajes, corbatas y sombreros, mientras que las pocas mujeres llegaron con sus vestidos largos impecables y guantes pese a que ese domingo la temperatura era alta. Había que estar bien vestidos para la ocasión.

RUEDA EL BALÓN

La hora en que inició el juego es confusa. Protagonistas de la época aseguran que a las once de la mañana, otros que media hora antes, pero un periódico de ese día anunciaba que el cotejo se jugaba a las nueve de la mañana, y esa versión es más creíble.

Universidad Nacional traía jugadores centroamericanos de experiencia, mientras que Municipal tenía deportistas casi amateurs, joviales, y promocionaba el talento de la comarca. Esto, antes que amilanar motivó al grupo de jóvenes y así se dio la victoria 2-0 ante el oponente que arrastraba más prestigio.

A los 15 minutos de juego Rafael Serna, el tío de “Chicho” Serna, anotaba de penal. Ahí se sentenciaron cuatro hechos: el primer penalti en el profesionalismo, el primer gol en la historia del torneo, el primer tanto del club verde en el fútbol pago, también la primera victoria del cuadro antioqueño en el principal torneo de la Dimayor.

Los 8.000 asistentes, casi la misma población con la que cuenta hoy en día el barrio San Fernando, salieron felices con el segundo tanto, anotado por Carlos “Pájaro” Rodríguez (38’). Se justificó la inversión para los hinchas, que pagaron $3.00 para la tribuna Especial; $1.50 tribuna General, y $0.50 para Sol.

El domingo siguiente Medellín se estrenó en el profesionalismo en condición de local. Venció 3-2 al Junior con goles de Manuel Marín, José Zapata, y Canito. Otra jornada de fiesta en el San Fernando.

Pero los días alegres no se prolongaron demasiado. Porque, a decir verdad, a los equipos antioqueños nos les iba bien por entonces. Medellín lo intentaba con jugadores peruanos y lo máximo que logró fue un cuarto lugar en 1950, de resto posiciones muy discretas.

El último partido oficial jugado en el San Fernando fue precisamente ante los azules. El “Verde” debía jugar en Bogotá frente al onceno capitalino, pero ya siendo campeón, “Millos” se solidarizó, invirtió la localía y permitió que la recaudación fuera para el cuadro paisa.

Así se despidió el San Fernando del fútbol profesional colombiano. Con este gran partido (2-2), con este gesto noble y altruista. Fue un 8 de diciembre de 1952. Para el año siguiente se inauguraría el estadio Atanasio Girardot, allí mudarían Nacional y Medellín sus glorias y derrotas.

Ya no volverían por el hipódromo ubicado en el límite entre la “Bella Villa” e Itagüí. Los alrededores del lugar serían ocupados de a poco. Una empresa y unas cuantas viviendas, otra fábrica, y un par de casas. Así hasta componer un barrio con compañías importantes, constante tráfico vehicular, bares y gente luchadora.

El fútbol profesional perdió su huella lentamente hasta extinguirse de este suburbio. Lo más parecido que queda es una cancha distanciada de donde era el hipódromo, y un club, el San Fernando, que mantiene viva la tradición futbolística del barrio.

LA MAYORISTA

En 1971 la plaza de mercado se llevó todo rastro del Hipódromo y estadio San Fernando. Los gritos de gol y la animación en las carreras cambiaron por la fuerte voz de los pregoneros que ofrecían frutas y verduras, el olor al estiércol de los caballos fue disipado con el de naranjas, cebolla, limón y piña y el público que llegaba a disfrutar de los espectáculos deportivos fue reemplazado por los comerciantes que llegaban a comprar el surtido para sus negocios y las familias del campo y de Medellín que comenzaron a llegar a mercar en la plaza.

“Es que esto sí ha cambiado mucho, los bloques de acá de la mitad no existían sino que era un parqueadero y basurero. Ahí nos escondíamos de un gerente con un pie mocho que era muy cansón”, cuenta entre risas doña Luz Estella González, quien se autodenomina una de las fundadoras de la plaza, con su venta de tintos y mecato hace 37 años.

Ella recuerda esos primeros años de la plaza administrada por Emvarias, cuando poco a poco se dio la construcción de los galpones y llegaron allí un poco más de cien comerciantes de ‘El Pedredro’, lo que era el mercado en las calles del centro de Medellín y que estaba ubicado en Guayaquil, lo que ahora es el Parque de las Luces.

Se remonta a esa época en que el tamaño de los módulos para quienes llegaban a vender se medía con el tamaño de la ruana, aproximadamente 2,25 metros, y cuando los caballos eran los mejores trabajadores para cargar y transportar granos, frutas, verduras y mercados completos por toda la central y eran también los consentidos de los vendedores.

Esos fueron los años más bonitos en la plaza, dice Gilberto Ramírez, porque “era una maravilla el espacio que había para poder trabajar sin problemas, todo era más tradicional y hasta la ‘Ramada’ que era un basurero, le daba ese toque de lo que es una verdadera y típica plaza”.

Y lo dice porque en los años 70 apenas había tres bloques en los que acomodaron sus puestos 180 comerciantes en igual número de locales. Algunos más grandes “como el del rico de las cebollas, que tenía como un imperio con eso, y otros normalitos donde poco a poco se fue creciendo el negocio de la papaya, el plátano y fuimos cogiendo clientes fijos”.

Precisamente por el crecimiento de los negocios, en 1986 la Alcaldía de Medellín, que hasta ese entonces administraba la Plaza, decidió convertirla en propiedad horizontal y vendió casi la totalidad de los bloques llegando así a lo que es la Central Mayorista de Antioquia, “una empresa privada con vocación pública”, como la describe su actual gerente, Juan Orlando Toro.

Él también recuerda esos inicios con una pequeña plaza, al lado de lo que es la central gigante de ahora, la de 31 bloques, más de 1.800 locales, más de 700 empresas, 36.000 empleados y  290.000 metros cuadrados de extensión.

El gerente, antes de emocionarse hablando del plan maestro para que la Mayorista sea un completo Centro de Negocios en los próximos 50 o 60 años, reconoce el valor de esos primeros años de la tradicional plaza y lo que representa para decenas de comerciantes que han trabajado allí por décadas para sacar adelante a sus familias.

Como lo hace José Ángel, que expresa que la plaza es su bendición porque ha representado su sustento. “Con lo que me gano aquí llevo la plata a mi casa y a la de mis papás de 84 y 87 años que viven en Abejorral”, dice, despidiéndose de sus compañeros cuando comienza a caer la tarde y es hora de irse a descansar, porque las jornadas en la plaza para él comienzan desde la madrugada.

Hoy la Central Mayorista de Antioquia celebra sus 50 años en medio de una transformación comercial y modernización de su infraestructura. Allí, en los días de mercado martes, jueves y sábados, tienen visitas diarias de más de 90 mil personas. Cada día, desde las 2:30 de la madrugada, ingresan más de 26 mil vehículos, de los cuales tres mil llegan cargados con 10 mil toneladas de comida.

Fotos. Archivo Biblioteca Pública Piloto y Alejandro Calle Cardona


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