La carrera que ‘Rigo’ le ganó a la guerra


Alejandro Calle Cardona

Crónicas y reportajes / junio 23, 2014

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41.5 kilómetros recorrió Rigoberto Urán en la primera contrarreloj del Giro de Italia entre Barbasesco y Barbolo -región de viñedos en el Piamonte italiano-, para cruzar como primero la meta y lograr lo que nunca un colombiano había hecho: portar la Maglia Rosa. “Trabajé mucho por tener un rendimiento así y ahora hay que disfrutarlo. Hay montañas muy fuertes, etapas muy duras, pero hay que continuar”, aseguró luego.

Aquellas palabras podrían ser el comentario común de cualquier deportista ante las cámaras, pero las de Rigo son una alegoría a la vida, pues el ciclista sí ha escalado junto a su madre, Aracelly Durango y su hermana, Marta Lucía, montañas muy fuertes y sí ha sufrido etapas muy duras.

Sobre el valle de Urrao que se alza a más de 1.800 metros de altura en el suroeste antioqueño, embebido por el páramo del sol, los paramilitares asesinaron a su padre, Rigoberto de Jesús, también ciclista y quien entrenaba junto a tres compañeros en la madrugada del 21 de agosto del 2001.

Para la fecha, ‘Rigo’ tenía solo 14 años, muy poco pelo y escasos pedalazos en la bicicleta roja que le habían regalado en varios pedazos y que su padre, al verla botada en un rincón de la casa, decidió mandar arreglar. Y aunque meses atrás había iniciado sus entrenamientos, tras un acuerdo con don Rigoberto, esa mañana su padre prefirió no despertarlo porque tenía que ir al colegio.

Don Rigoberto salió a entrenar con otros dos amigos en su bicicleta y en el camino fueron retenidos en por un grupo paramilitar y obligados a tomar montaña arriba para arriar un ganado que se querían robar. Al regresar del colegio Rigo se encontró con la noticia de que su padre no había llegado a las 7 de la mañana como era costumbre y que por más que su familia ya lo habían buscado por las calle de su pueblo, éste no aparecía.

Rigo tomó su bicicleta roja y salió a buscarlo en el hospital, la estación de policía, en la morgue y aunque sabía que a su papá no le gustaba el trago, también recorrió todas las cantinas de Urrao, pero nunca encontró razón de él. Solo hasta el día siguiente llegarían noticias de don Rigoberto. Había sido asesinado por los paramilitares y Rigo se convertiría en un niño más que le guerra le había quitado lo que más quería: su padre.

Con el dolor y la rabia que causa ver el cuerpo de su padre inerte, Rigo le prometió que se haría cargo de su madre y hermana, que terminaría el bachillerato y que no pararía de pedalear hasta convertirse en uno de los mejor ciclistas del mundo. Por ello, cumpliendo el pacto que ya había hecho con él en vida, el muchacho continuó vendiendo chance montado en su cicla, mientras que en las tardes avanzaba en sus estudios. Sin embargo el doloroso recuerdo por quien fuera su promotor y fiel compañero de paseos en cicla, lo llevaron a dejarla a un lado.

Tres meses después, mientras iba a cobrar al parque principal a cobrar unas platas que algunos vecinos le debían, vio a lo lejos un puñado de pelados en bicicleta, quienes se inscribían para competir en la Válida Contrarreloj Municipal Prejuvenil de Urrao. Tal vez esto le hizo recordar la tercera promesa que le hizo a su padre y regresó a su casa corriendo, tomó su cicla roja, se puso los únicos tenis que tenía, una pantaloneta y una camiseta de su papá. 

Tras pedalear tres kilómetros, Rigo paró el cronometro en tres minutos, veintisiete segundos y ochenta centésimas y cruzó la meta con los brazos en alto y levantó la mirada al cielo. Tal vez para que a su mente retornaran aquellas pequeñas competencias con su padre, quien lo estaría esperando en la meta de no ser por aquellas balas que acabaron con su vida.

Sin pensarlo, con aquella marca había puesto un nuevo record nacional, lo que lo llevó a integrar el Club de Bicicletas Urrao de la mano del entrenador y gran amigo de su papá, José Laverde. Meses después, Rigo integraría el Orgullo Paisa, uno de los mejores clubes del país.

Tres años después, en el 2005, Rigo ganó siete medallas de oro del Campeonato Nacional en Pereira y otras cinco en el Campeonato Panamericano, convirtiéndose en la revelación de aquella competencia. A partir de allí, una seguidilla de triunfos y medallas doradas, llevaron a que el ciclista antioqueño Santiago Botero recomendó al equipo Phonakde Suiza que lo fichara, pero por cosas del destino Rigo terminó en el Team Tenax de Italia.

Lejos de Urrao, vinieron más triunfos desde su debut profesional en el 2006: ganó la contrarreloj de Euskal Bizikleta, fue fichado en el 2007 por el Caisse d’Epargne de categoría ProTour con un contrato por dos temporadas. Los podios se volvieron un común denominador para este líder: en el 2008 fue segundo en Cataluña y tercero Lombardía. Corrió su primer Tuor de Francia en el 2009; segundo dos veces en la Vuelta a Suiza, el 28 de septiembre de 2010 se anunció su fichaje por el Sky Procycling, de categoría ProTour.

En el 2012, mientras que el Estado colombiano indemnizaba a su familia dentro del programa de reparación a víctimas, Rigo escribía a punta de pedal una nueva historia para el ciclismo: en ese año obtuvo medalla de plata en los juegos Olímpicos de Londres. Luego subió al podio del Giro de Italia 2013 como subcampeón.

Falta mucho camino en su carrera profesional, faltan triunfos y caídas. Del golpe más duro sufrido en el 2001 queda la fortaleza y la herencia de un hombre común que hoy pedalea con él, como lo dijo su madre durante la última etapa del Giro en su casa del barrio El Poblado: “Él dice que el papá lo guía desde el cielo, que le da más valor moral para este muchacho salir adelante”. Y Urán, con esa alegría y carisma que lo caracteriza, escribió de inmediato en su cuenta de twitter: “Ma´, este triunfo es para ti, de todo corazón”.

“Yo a él lo admiro mucho en ese sentido. Desde muy pequeño ha empezado a salir adelante. A cualquiera le puede pasar, vivir la situación que vivimos nosotros, sin embargo, mire el muchacho dándole muchas alegrías a Colombia y a todo un país, a pesar de los malos momentos que hemos tenido”, destacó doña Aracelly. 

Al frente de la pantalla y con la sonrisa que provoca el orgullo, veía a su hijo subir nuevamente al podio, nuevamente logrando el subcampeonato, aunque esta vez acompañado del ciclista boyacense Nairo Quintana, quien se coronó campeón. Allí, en el pequeño poblado de Trieste, tal y como lo había hecho por primera vez en su natal Urrao, Rigo levantó la mirada al cielo y cerró sus ojos, quizá para recordar a su padre, a quien le había prometido coronar en su bicicleta las montañas más altas del mundo.

Por: Alejandro Calle Cardona

Fotos: Óscar Ríos (El Cura)/ Esguca/ Web

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