Bellavista, el infierno en el que se elige estar


Alejandro Calle Cardona

Crónicas y reportajes / noviembre 7, 2017

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Para entrar a Bellavista es necesario demostrar que no hay motivos para que a uno lo dejen. Se ingresa luego de varias requisas que desesperan, todo es gris. Los pasillos están llenos de personas, en total hay 3.367 internos, el hacinamiento es inhumano, a principios de 2017 llegaron a ser ocho mil, en celdas, pasillos, baños, donde fuera posible meter o arrumar reclusos.

Según Manuel Flórez, director de la cárcel ubicada en Bello pero que recibe gente de todo el país, la capacidad instalada de Bellavista es para 2.400 personas, el sindicato del Instituto Penitenciario de Colombia, lo contradice, aseguran que para 1.831. A diario llegan más internos, no como antes, luego de múltiples sentencias, se reciben cinco por cada diez que salen.

Para evitar problemas de convivencia los pabellones más grandes pertenecen a un combo o un lugar de la ciudad, que es casi lo mismo. Los problemas de afuera de los barrotes y las paredes azules y carcomidas, tienden a llevarse o solucionarse al interior de la cárcel. Por ejemplo, en el 16 conviven ordenadamente miembros de las Farc y el ELN, es según los internos, el más organizado, paradójicamente.

En el 4, en cambio, sobreviven 927 personas de peligrosas bandas de Manrique y de Bello, más conocidos como los Pachelly. En los pisos duermen personas: “tienen que soportar que los que viven en los parches (celda) los pisen cuando van al baño y no les permitan dormir bien”, asegura un interno. Por esta razón las riñas son pan de cada día.

Según ellos, tener una cama tiene un costo: “un camarote costaba, en tiempos de hacinamiento, hasta tres millones de pesos, en estos momentos solo vale un millón”, confiesa sin sonrojarse y apoyado en una de las rejas.

El director Flórez asegura que en Bellavista nadie paga por dormir, no ha recibido ninguna queja al respecto, aunque es ley conocida entre las celdas. “Hemos visto cómo personas tratan de abusar de la confianza de los que recién ingresan, llaman a sus familiares a pedirles dinero, por eso tienen que denunciar para poder judicializar”. Desde afuera es fácil decirlo, pero adentro, es otro cuento, a otro precio. Se paga con la vida.

Las rentas ilegales son inexistentes para las autoridades, según los internos en esta cárcel, aunque no se puede entrar nada, se consigue de todo, pero más caro. Una botella de aguardiente puede costar hasta 300 mil pesos, todo se paga en cuentas bancarias o a personas que viven fuera.

Servicios escasos

Según datos del Inpec, un interno le cuesta al estado  un millón 200 mil mensuales, esto incluye una infraestructura adecuada, kits de aseo y un colchón digno para dormir. La realidad es otra, en el patio 4 mil personas se bañas, orinan y defecan en cuatro baños, tienen moho y olores fétidos, los pasillos son sucios y tienen humedades, y las camas, las que alcanzan, son incómodas.

Los servicios de salud también son deficientes según los internos. Fernando Vásquez es un artesano, con sus manos teje correas y moldea accesorios en madera. Desde febrero le detectaron una hernia en la ingle, en octubre fue operado, asegura que tiene problemas para ser atendido: “tengo orden para bajar todos los días a las seis de la mañana a sanidad, debo de esperar hasta las ocho. El médico me revisa y dice que estoy bien, en realidad estoy muy hinchado, me puede dar una peritonitis y me mata. Las medicinas que necesito no están, ¿un acetaminofén para después de una operación?” se pregunta, aunque en la libertad, los problemas pueden ser peor.

La comida ha mejorado según los líderes, defensores de derechos humanos de cada patio. Lo que más les agobia por estos días es la prohibición de que sus familiares les entren dos cocas (portacomidas), porque se están presentando intoxicaciones, algunos internos las guardan toda la semana y comen de a poquito. No les agrada la que dan en el penal.

Bellavista es una excepción, el reglamento de cárceles nacional es claro, se prohíbe cualquier ingreso de alimentos, para allá va la reglamentación.

Historias de resocialización

Pero no todo son quejas y cosas feas. En Bellavista hay quienes por decisión iniciaron procesos para cambiar su vida y ser mejores personas. 22 internos del patio 6 conforman la “comunidad terapéutica”, se comprometieron a no consumir alucinógenos nunca más. Para ellos es difícil porque aseguran que al interior hay expendios. Se distinguen por estar rapados y usar uniforme, sonríen la mayoría del tiempo.

“Hacemos el mejor esfuerzo, para vivir mejor, hacer actos que ayuden a la sociedad, quiero ser un ejemplo para mí, para mi familia y toda la comunidad en general”, dice Juan David Zuleta, líder de la comunidad.

En cada patio hay un líder defensor de derechos humanos, Juan Carlos Moreno es uno de ellos. Se preocupa desde su despertar por el bienestar de todos sus compañeros, antes de caer en Bellavista también era líder, pero de una organización criminal de Manrique. Teme por salir, quieren un cambio, lo que no sabe es si puede conseguirlo, “Espero que mi vida afuera sea diferente, el tratamiento penitenciario me concientizó, hay otro hombre nuevo en mí”, dice y hay que creerle.

Otro caso de éxito al interior de las rejas es Bellavista Televisión que se encarga de contar día a día lo que pasa en la cárcel, los mensajes dejados por sus familiares. El canal lo conforman ocho internos, son respetuosos y siempre están uniformados, en las instalaciones los visitantes no se sienten en la cárcel, es lo único blanco de todo el penal.

Esto son sólo tres casos de éxito, en Bellavista hay además tres fábricas en las que trabajan más de cien personas. Los internos piden a los jueces y a la sociedad civil es que no les cierren las puertas, la mayoría no quiere reincidir. Muchos ya reflexionaron y entendieron que la libertad es un derecho que no quieren volver a perder, así muchos hayan decidido arriesgarse a vivir este infierno entre rejas.

POR TATIANA BALVÍN


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