Al barrio La Cruz llegó el agua pero no la legalización de sus casas


Alejandro Calle Cardona

Ciudad / agosto 7, 2019

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Este barrio de invasión de Itagüí sigue esperando la legalización de sus viviendas, un proceso que parece esfumarse. La comunidad sin embargo celebra la llegada de obras de acueducto y alcantarillado, pero no descansa y seguirá luchando por sus derechos.

POR ALEJANDRO CALLE CARDONA | 8 GOSTO 2019

No importa qué día camines por las calles del barrio La Santa Cruz de Itagüí. Esas calles parecen congeladas en el tiempo a pesar de los días, de los años. Sus escasas vías son de tierra amarilla, estrechas, llenas de huecos donde reposa el agua en tiempos de lluvia, y desde las cuales se desprenden callejones muchos más estrechos, más oscuros, sin salida.

Sobre esas mismas calles corren los niños que parecen brotar de la misma tierra. Juegan, gritan, lloran, sonríen para darle vida y color a un barrio que no se cansa de luchar para adquirir sus derechos como comunidad pese a ser producto de una invasión en el basurero del municipio hace casi medio siglo.

Antes de salir el sol, el zumbido que deja a su paso el primer Metro del día señala que una nueva jornada inicia, ese zumbido que despierta el gallo que allí habita y comienza a cantar para avisar, ya un poco tarde, un nuevo amanecer.

Lo que sí ha cambiado abruptamente es el número de viviendas. Pasaban los años 70 cuando a Itagüí llegaron dos familias desde Titiribí y Heliconia para trabajar como recicladores en el basurero municipal. Luego de que este fuera cerrado, el terreno se convirtió en un barrio de invasión, y hoy, 46 años después, La Cruz sigue esperando la legalización de sus predios.

Cuando fue eliminado el basurero, la madera que permanecía entre los residuos y la donada por algunas empresas, sus pocos habitantes la utilizaron para construir sus ranchos. Luego, en jornadas comunitarias construyeron el alcantarillado y posteriormente las calles del barrio.

José Zapata permanece sentado en el pequeño corredor afuera de su casa. Su vista es el río Medellín que es interrumpida cuando los trenes pasan cada tres o cinco minutos. A sus 81 años recuerda cuando dejó Ciudad Bolívar, el campo, todo, para llegar a la ciudad con su esposa y sus hijos. Llegó a La Cruz y construyó su hogar.

“Hicimos el banqueo para que no se nos viniera todo encima, pero no teníamos para la casa. Yo trabajaba en Emvarias y con siete millones de pesos que me dieron de indemnización la construimos en madera, luego hicimos el alcantarillado con pvc y el barrio fue creciendo”, recuerda don José, quien ahora solo vive con su esposa y un hijo, “porque a las demás hijas se las robaron todas”, dice entre risas.

Para 1989, ya con 200 familias asentadas en este terreno, decidieron organizarse por medio de la acción comunal y adquirieron la personería jurídica para impedir que su barrio desapareciera debido a la construcción del Metro de Medellín.Inició su lucha por el territorio.

Pero esto no ocurrió, y aunque mediante diálogos fue concertado el traslado de 67 familias para el barrio El Limonar, en el corregimiento San Antonio de Prado, los habitantes de La Cruz fueron testigos de cómo su comunidad se convertiría en ejemplo para todo el municipio. A partir de ese momento los servicios de agua y energía, los cuales provenían de manera ilegal de la industria que se había instalado en aquel sector, llegaron al barrio gracias a un convenio con EPM.

Casi cinco décadas después de la construcción del primer rancho de madera y que un religioso lo bautizara La Cruz -debido a que una de madera pintada blanco permanece en el centro del barrio-, este cuenta con 1034 viviendas, unos cuatro mil habitantes.

EL TELÉFONO ROJO Y LA LEGALIZACIÓN

A esta comunidad la han unido las causas sociales. La lucha por la legalización de sus viviendas, la llegada del agua, de la energía eléctrica, el gas, la construcción de un puente peatonal sobre la autopista. Todo. Pero es un teléfono público el mejor ejemplo de cómo se vive en este barrio.

Claudia Cardona, una de las líderes sociales de La Cruz, recuerda cuando era jovencita cómo corría todos los días cuando escuchaba su nombre: “¡Claudia, la llaman!, gritaban y salía corriendo a coger la bocina del teléfono rojo que quedaba a una cuadra de su casa. Era su novio, y quien gritaba era su vecina que había contestado pensando que la llamada era para ella.

“Eran dos teléfonos públicos, uno en cada extremo del barrio. Cuando sonaba, algún vecino contestaba y le gritaba al vecino que estaban llamando. Yo tenía un novio a los 18 años, pero no nos podíamos demorar porque entraban otras llamadas y todos estaban pendientes del teléfono, que unió a todo el barrio”, recuerda Claudia.

372-24-98, ese el número del barrio La Cruz y de sus más de cuatro mil habitantes que permanecen unidos en busca del sueño de la legalización. De las 1034 viviendas, solo diez tienen escrituras, dicen, un número que no es claro. Para las demás la ilusión parece diluirse por cuenta del proyecto metropolitano Centralidad Sur, pese a las promesas y gestiones del alcalde León Mario Bedoya.

“Uno sabe que estas casas son de uno por los impuestos que paga, pero aquí nadie es dueño de nada”, advirtió don José, algo molesto porque a su edad quiere ver cumplido el sueño de haber tenido casa propia.

Pero Silvia Patricia Quintero Franco, secretaria de Vivienda de Itagüí, explica que este proceso a la fecha es inviable. “Hace tres años estuvimos en el barrio con el alcalde para hablar sobre el proceso de legalización, explicando por qué era un proyecto que no tiene viabilidad jurídica hasta que no se defina la Centralidad Sur que surgió en 2010”.

La funcionaria advierte que por el barrio está proyectado el paso de una troncal nacional y que el retiro de 56 metros al río Medellín impide la legalización de las viviendas que viven en la ladera. “Hemos tenido mesas de trabajo para mirar si es posible la modificación del proyecto desde el Área Metropolitana, solo así se podría pensar en la legalización, pero hoy no lo tenemos claro”, puntualiza Quintero Franco.

Como si fuera poco, el rumor del nuevo Ferrocarril de Antioquia tiene en vilo a unas 70 familias que construyeron sus casas cerca del río y que tendrían que dar paso a la recuperación de la vía férrea. Pero tampoco hay nada claro, solo incertidumbre.

EL AGUA Y SU DIGNIDAD

Pese a que la falta de títulos ha impedido la inversión estatal, en los últimos cuatro años eso ha cambiado. Mientras se espera el sueño de obtener sus títulos de propiedad, los habitantes de La Cruz cumplieron otro: el del alcantarillado y en noviembre recibirán el sistema de acueducto para garantizar agua potable las 24 horas del día, gracias al convenio de EPM y la Alcaldía de Itagüí.

Hasta hace unas semanas el alcantarillado era artesanal, construido por cada vivienda de manera empírica para que las aguas negras llegaran al río o a la red proveniente de La Estrella. “Fueron 5.300 metros de alcantarillado y ya se avanza en acueducto para entregar en noviembre. Es un proyecto de 4.300 millones de pesos de EPM en zonas de difícil gestión, mientras se define la normalización del barrio”, explicó Jennifer Quinceno Dávila, jefe de Oficina de Servicios Públicos de Itagüí.

En las fachadas de las 1034 casas se desprenden tubos que conectan con tanques en los techos. Esos tanques que, gracias a bombas que funcionan en las noches, permiten que sus habitantes tengan agua en algunas horas del día. “También lo construía cada familia, pero antes de terminar el año tendremos agua todo el día. Eso ya es un triunfo gigante para nosotros”, confiesa Claudia.

Y es que el agua potable es dignidad, la misma que ha tenido este barrio para seguir reclamando servicios como el gas, el internet, o la pavimentación de sus vías. O la misma que tuvieron para exigir que se construyera un puente peatonal sobre la autopista Sur y que, luego de varios accidentes y muertos, hoy es una realidad.

La zozobra convive con cada uno de los habitantes del barrio. La angustia de saber que podrían perderlo todo si se materializa el proyecto metropolitano, pero paradójicamente se siguen levantando casas y algunos edificios de apartamentos ante la mirada desconcertada de todos y la falta de control de las autoridades.

Es domingo en la tarde. La música popular y los corrillos prohibidos retumban en los bares que están atestados de jóvenes, mientras que los niños juegan en los callejones o en la pequeña cancha de arena que un concejal gestionó. El sentido comunitario permanece y el espíritu de lucha también. Todos coinciden en que pese a las dificultades y necesidades, viven felices en el barrio.

La Cruz es una comunidad que sigue creciendo, por lo que las autoridades locales aseguran que el proyecto de la Centralidad Sur debe tener una solución para este barrio. Por lo pronto no se ha pensado en desalojo, pero sí tal vez en una reubicación o el cambio de viviendas en altura. Hasta el momento nada es claro y al parecer el destino se definirá con el próximo alcalde.

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LAS BASURAS, UN ETERNO PROBLEMA

Además de la legalización, el barrio padece varias necesidades y problemáticas. Una de ellas es el manejo de los residuos, es como si la historia le negara la posibilidad de olvidar el antiguo basurero. En sus calles las basuras agobian a los niños y abuelos, quienes parecen acostumbrarse a vivir con los fuertes olores.

En La Cruz funcionan centros de acopio de reciclaje, mientras que los líderes comunitarios trabajan para lograr frenar este problema. “Todavía hay mucha gente que vive del reciclaje y que viven en el viejo basurero. A nosotros nos toca seguir educando pero es muy complejo porque es la causa de muchos problemas entre vecinos”, advierte Álvaro Rodríguez, fiscal de la JAC.

 

¿QUÉ ES LA CENTRALIDAD SUR?

Es un proyecto metropolitano que nació en 2010 liderado por el Área Metropolitana del Valle de Aburrá y aprobado por los alcaldes de la región. Su principal objetivo es transformar el desarrollo del territorio, disminuir el crecimiento en las laderas y llevar la oferta de vivienda y servicios a la zona cercana del río Medellín.

Una de las fases era la expansión del metro hasta La Estrella, lo que ya es una realidad. Lo mismo sucedió con el parque industrial de Sabaneta y en Envigado ya se iniciará con el plan parcial Vegas Sur, un proyecto mixto de industria, comercio y vivienda. Se espera que suceda lo mismo con los predios de Peldar que ya apagó sus hornos, pero la realidad en Itagüí está llena de obstáculos.


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