Al ambiente no le importan los decretos


Alejandro Calle Cardona

Opinión / abril 5, 2016

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Tantos días quejándonos de la estela gris de la urbe trajo en cuenta a los gobiernos de sus fracasos en la planificación de las ciudades, se supone que hoy en respuesta a una situación anunciada desde hace varios años se llama la atención a la ciudadanía restringiendo (por lo menos en extensos cartapacios redundantes) el uso de los vehículos.

 

William Pabón* wapabonc@gmail.com

En un largo texto que recomiendo leer (Decreto 259 del 30 de marzo de 2016) en Itagüí, se pretende  justificar una urgencia ambiental, declararse promotor de la movilidad sostenible y otra cantidad de argumentos usados por ambientalistas para expresar la gravedad de la situación. Sin embargo en ninguno de sus apartes se menciona la motivación a la movilidad inteligente, al uso de medios de transporte limpios como la bicicleta ni a la generación de alternativas para que realmente se viva mejor en un territorio donde al parecer, la máscara protectora será el nuevo elemento de moda entre los complementarios de cualquier transeúnte.

Todo esto, no sin antes excluir de una extensa lista en una magistral formulación lógico matemática llamada la doble exclusión, donde en resumen se dice que la mayoría están excluidos de cumplir la norma que solo rige para una extensión de no menos de 5 kilómetros como lo es la autopista sur.

Parece un chiste que un documento emitido por un líder territorial se tome 13 hojas para informar de una restricción que solo rige en una sola vía en horas en las que, con o sin restricciones siempre hay congestión. 

Será pertinente recordarle a los transcriptores de la norma que al ambiente no le importan sus decretos y menos cuando son miopes y absurdos, lo cual suele ocurrir más de lo que se piensa, deberían recordar que hay leyes naturales que no perdonan, que el agua no pide permiso para asumir su cauce, que acabar con humedales merece una sanción moral y social, que la tala permanente en las zonas de protección es un delito, que privatizar el uso del cerro tutelar con el argumento de la seguridad  es un esperpento de las restricciones, que crear un cargo  ambiental sin responsabilidades es un engaño a los ciudadanos y que las teorías del desarrollo a partir de la infraestructura vienen siendo revaluadas a causa de la tendencia destructiva y deshumanizadora a la que conllevan.

Algunos con tono triunfalista mencionan que cesó la horrible noche, sin embargo no advierten las mañanas y tardes grises (sin quitar mérito al color) que nos esperan por cuenta de las decisiones que en definitiva no garantizan la permanencia saludable, segura y feliz en los territorios. 

Con la suma de decepciones y alertas por la vida y el aire en el sur del Valle de Aburrá, es necesario citar la frase permanente de uno y muchos defensores de la vida: “No todo está perdido, aún podemos perder más”.  

*Defensor de derechos humanos