Editorial 76: “Tiempos de cambio”


Alejandro Calle Cardona

Noticias / abril 27, 2020

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Se cumplió el primer mes de la cuarentena obligatoria decretada por el gobierno con la intención de frenar los contagios del Covid19, un virus que se originó en China a finales del 2019. Lejos estábamos de imaginar que esas noticias que nos llegaban desde el otro hemisferio iban a ser las propias en pocos meses.

 ABRIL 28| 2020

Hace tan solo 35 días la vida trascurría en completa normalidad, con todo lo que eso implica. Vivíamos en medio de una producción acelerada de tecnología y un afán por consumirla, de exceso de trabajo para algunos y la gran preocupación de no tener para la gran mayoría; teníamos poco tiempo para disfrutar de la familia e incluso para ver crecer a los hijos porque había que cumplir otras tareas.

Hablábamos de los problemas de contaminación, de las peleas políticas y de los casos de corrupción como la “Ñeñe-política” que, para beneficio de sus implicados, quedaron sepultados más rápido de lo que nos tenía acostumbrado este país.

No teníamos tiempo. No teníamos vida. Todo por cuenta de un sistema económico que llevó al mundo a eso, a la acumulación de objetos a costa del deterioro del plantea y del sentido mismo de vivir.

Pero, tal y como lo decía la cantautora argentina Mercedes Sosa, todo cambia. El virus Sars Cov2 no solo llegó para invadir los sistemas respiratorios sino para colapsar un sistema de salud que ya estaba en ruinas. El virus desnudó las brechas sociales ya existentes, pero que los gobernantes trataron de ocultar siempre con cifras y estadísticas amañadas.

El trabajo informal y el subempleo dejaron de existir, ahora las cifras de desempleo son reales y mucho más dramáticas. Los trapos rojos comenzaron a colgarse en las fachadas de los ranchos de madera y de los de concreto en barrios periféricos, incluso en muchos apartamentos de grandes y lujosos edificios la comida también escasea por cuenta de un aislamiento que nos puso a todos en el mismo nivel de vulnerabilidad. Aunque esto puede sonar atrevido.

Hoy, millones de personas dependen aún más de la caridad del Estado que se acostumbra a eso, a la caridad en lugar de generar políticas económicas para garantizar un ingreso fijo y estable en los hogares.

Pero esta pandemia le ha regalado cosas maravillosas al mundo. Obligó al encierro de los humanos y esto ha provocado que el planeta entero respire por unos días y que los animales recuperen, por lo menos un poco, el espacio que les hemos robado por miles de años.

También provocó que la solidaridad y la unión se multiplicaran para ayudar a quienes más lo necesitan. Es como una puerta que se abre tenuemente a la posibilidad de un mundo mejor.

Hoy, encerrados en nuestras casas, obligados a ver el mundo a través de una ventana o un balcón, disfrutamos de las pequeñas cosas de la vida. Del sonido de las aves que por fin escuchamos ante los silencios que se hacen más prolongados. Seguramente, en las unidades residenciales por fin conocemos a nuestros vecinos así sea a varios metros de distancia.

La pandemia nos hace extrañar un abrazo, un beso, un café en el parque Obrero, una tarde en la manga del Débora Arango, o caminar hacia La Romera o chapucear en el río Medellín cuando nace en La Clara. Todo eso volverá, es seguro. Pero ojalá cuando vuelvan esas cosas que antes parecían corrientes, la humanidad haya aprendido un poco la lección.

Por lo pronto debemos ser responsables con nosotros mismos, con nuestras familias y la humanidad. No esperemos que las autoridades nos controlen para evitar el contagio. Quedémonos en casa, de esta saldremos juntos.