Conversación de una madre y su hija durante el encierro


Alejandro Calle Cardona

Crónicas y reportajes / mayo 27, 2020

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Lucía tiene 6 años y a su corta edad le tocó vivir una de las épocas más complejas de la historia reciente de la humanidad: la pandemia del coronavirus. Ajusta 60 días de aislamiento y recién pudo salir a jugar algunos minutos fuera de su casa. Pero no asimila la idea de no ir a estudiar ni ver a sus amigos. Esta es la conversación de una niña con su madre. De mi hija conmigo en medio del encierro.

POR: HEIDI ACOSTA

Lucía. 6 años. ¿Por qué estamos encerrados en la casa? Le pregunto a mi hija. Porque afuera hay una enfermedad que se llama coronavirus, entonces todos tenemos que estar encerrados para que no nos dé, responde.

¿Y tú sabes cómo se trasmite esa enfermedad? Por las manos ¡Por las manos!, ¿y entonces qué debemos hacer con las manos? Lavarnos ¿Y no tienes miedo de contagiarte? Sí, pero no pienso en eso.

20 de marzo. Cuando cerraron el colegio lo primero que pensé fue ¿qué voy a hacer con mi hija Lucía? Siempre he sido corta de paciencia, así como de instinto maternal. Entonces recurrí a Internet donde por esos días los asiáticos y los europeos ya habían subido toda clase de videos tutoriales sobre qué hacer con los niños. Luego fui a la papelería y compré materiales para manualidades y juegos de mesa, y reuní material reciclable.

La primera sensación del encierro cuando tienes hijos, además del miedo por la enfermedad invisible que está en la calle, que los puede enfermar, es el enorme peso de la responsabilidad de ser todo para ellos: madre, protectora, profesora, consoladora, compañera de juego y valentía; sobre todo cuando las labores de cuidado no han recaído de lleno en ti.

Lucía. 6 años. ¿Qué haces para entretenerte en casa? Estamos haciendo manualidades en casa a veces y yendo a la terraza. Hemos hecho una noche de talentos, una fiesta en la terraza, un picnic y una fiesta del té. Juego, también mi mamita y yo bordamos y jugamos cucarachita. ¿Qué más juegan? dominó, Uno, concéntrese, cartas, parqués…

Los primeros días de la cuarentena eran cortos. Había que limpiar, arreglar y ordenar cada rincón de la casa, una carrera al límite para mantener la cabeza ocupada. En las tardes los juegos de mesa y las series nos hacían dormir muy tarde y despertarnos cuando el reloj corría sobre la mitad del día. La cocina era mi área creativa, ensayé todas las recetas guardadas en listas de Facebook e Instagram. Y hacía ejercicio a diario, la idea de salir gorda en 15 días me mortificaba.

Evidentemente los días de encierro a la niña se le dan mejor: 24 horas con sus padres, sin preocuparse si quiera por lo que hay más allá de la puerta, porque todo está por inventar en la casa.

En cambio, para mí, los días son una marea de emociones que pasan por la angustia, la impotencia, los deseos de salir y recuperar la vida que tenías, el agradecimiento, la solidaridad y la contemplación de las pequeñas cosas. Estar informada del avance de la enfermedad era como una adicción, conocer su inminencia y esperar la noticia de la cura. Noticia que aún no llega.

A pesar de tener salud, una casa cómoda y trabajo, la incertidumbre colectiva se podía sentir en la casa y en la soledad de las calles. Los bomberos pasaban cada noche en sus carros, con las sirenas prendidas dándonos ánimo.

 

LAS CLASES

20 de abril. Las mamás siempre estamos angustiadas porque nuestros hijos aprendan, pero sabemos que, en la mayoría de los casos, la ardua y admirable labor docente no es nuestro fuerte. Por eso cuando el colegio reabrió de manera virtual mi sensación fue de felicidad y descanso: Lucía continuaría su proceso de formación, más allá de volverse una experta en Uno. Pero lo que al principio parecía ser la solución a un problema, resultó ser un caos virtual.

Lucía. 6 años. ¿Te gusta estudiar por el computador? Me gusta, pero también me gusta mucho ir al colegio. Lo que no me gusta es cuando se escucha cortado ¿Por qué te gusta estudiar virtualmente? Porque puedo hacer las tareas en casa con papi y contigo y porque hay mas espacio y estoy un poquito menos acompañada, pero yo extraño a mis compañeritos. Yo los veo en el computador, pero no podemos jugar ¿Qué crees que va a pasar el primer día que lleguen a la escuela? Yo creo que todos vamos a correr como locos.

Mientras que Lucía parece no sentir la diferencia entre estudiar presencialmente y hacerlo de forma virtual, más allá de jugar con sus compañeritos a rodar sobre la hierba del colegio; para los padres –y no hablo exclusivamente de mí– es una prueba de paciencia, una lucha con lo que no podemos controlar y un reto mental constante.

Los grupos de más de 100 niños, donde mantener callado el micrófono para escuchar al profesor es casi imposible, los desacuerdos entre padres y maestros, las constantes interrupciones, las unidades, las decenas y las centenas, los números quebrados, el verbo to be y los artículos indeterminados, explicar y hacer las tareas, subirlas al sistema y luego darte cuenta qué no subieron correctamente, ha sido un proceso desgastante… Y si a eso le sumas seguir siendo productivo en tu trabajo y eficiente con las labores de la casa, terminabas el día como si hubieras corrido un triatlón.

SALIR A LA CALLE

Cuando anunciaron que los niños y las niñas podían salir a la calle, Lucía se emocionó mucho y preguntó si estaría abierto el parque al frente de la casa.

Lucía. 6 años. ¿Por qué quieres salir a la calle? Porque hace mucho que no salíamos. ¿Qué quieres ver? Todo. Pero afuera está el coronavirus, ¿Qué debemos hacer para no contagiarnos? Ponernos el tapabocas y no tocarnos los ojos, la boca, la nariz.

Lucía todo el día preguntaba a qué hora íbamos a salir. Con la preguntadera interrumpió dos de mis reuniones de la mañana y no se concentró en las clases. Parecía que la calle era un mundo nuevo para ella. Salimos de la casa en la tarde. Tuve que esperar a que el papá llegara, no me sentía capaz de sacarla sola, mi sensación era la de salir a la guerra con mi hija como escudo ¿En qué momento un acto tan normal se convirtió en temor? Me di cuenta que me sentía vulnerable en la calle, le temía a la gente, más si se acercaban a “Luci”.

Paramos en un almacén. Ella quería una muñeca. La mujer que atendía permitió que la niña entrara luego de echarle alcohol a sus manos y a sus zapatos; por unos minutos Lucía desapareció de mi vista, fueron eternos, pensé de todo, como si el virus tomara forma humana y se la llevara. ¿Dónde quedó la confianza que nos permite vivir la vida?

20 de mayo. Luego de dos meses de encierro la casa está igual de desordenada como cuando inició la cuarentena, el entusiasmo por la cocina y el ejercicio han disminuido hasta volver a sus justas proporciones. Hemos vuelto a dormir a las horas reglamentarias y poco hablamos de lo que pasará. Las noticias se han silenciado.

Al colegio virtual nos hemos adaptado, aunque nunca a ser maestros. Nos hemos acostumbrado a la vida en cuarentena, hemos olvidado un poco lo que podíamos hacer antes y vamos haciéndonos a la idea de vivir con el virus, tratando de hacer planes en la incertidumbre.

Lo único que no ha diezmado es el espíritu y la sonrisa de Lucía. ¿Qué es lo que más te ha gustado de la cuarentena? Lo que más me gusta es que siempre puedo tener a mis papás al lado.


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